Travesía Pirineos Sant Maurici-Aigüestortes


Rotovator de Foc – Julio 2009

23/07/09 - Jueves
20:30 Salida de Riba-Roja en el nuevo volvo V50 de Pepe y su nuevo navegador tomtom XL
21:30 Parada a cenar en el C.C. La Salera de Castellón
03:30 Llegada a Espot. Después de dar una vuelta por el pueblo buscando dónde echar una cabezadita hasta el amanecer decidimos continuar hacia el parking de Sant Maurici.
03:45 Llegada al Parking. Dormimos en vicvac al lado del coche bajo los árboles, cerca de los servicios. La zona está bien cuidada. No hacía frío y conciliamos rápidamente el sueño.
08:00 Nos levantamos y desayunamos. Hervimos agua en el infiernillo de Isidro y preparamos la leche (condensada) con nesquik y galletas maría. Cuando ya habíamos terminado de desayunar y estábamos recogiendo, vino la guardesa del parking y nos advirtió muy seriamente que “Dormir no se puede aquí”, a lo que contestamos que no era nuestra intención quedarnos a dormir.

24/07/09 - Viernes
08:30 iniciamos la marcha hacia el Estany de Sant Maurici por el sendero llano de madera flotante que sale desde el mismo parking a la derecha de la carretera y serpentea entre la sombra de grandes pinos y abetos (1.690m). Es un agradable paseo apto incluso para carritos y sillas de ruedas. Al cruzar el río, el paseo de tablones pasa a ser senda normal ganando altura paulatinamente. El bosque se despeja y las vistas sobre el valle a esa hora de la mañana reconfortan y animan a pensar en lo que vamos a disfrutar durante tres días caminando por las montañas.
Antes de llegar al Estany de Sant Maurici nos detuvimos en una fuente que hay a la derecha del camino, delante de una ermita refugio adosada a la pared vertical de la montaña. Paramos a descansar un rato y a hacer las primeras fotos. Solamente hemos traído una cámara nueva compacta (Olympus) de Pepe que está casi sin estrenar y casi sin batería y no sabemos lo que nos va a durar. La puerta de la ermita tiene una mirilla parar ver a la virgen blanca, cuya figura no hace honor al nombre. La zona del refugio tiene la puerta abierta. Nos asomamos y no está mal, como siempre, algo de basura y tizne de lumbre. Nos sentamos un rato en el porche a tomar el sol, que a esa hora aún se agradece. Vemos un condón usado en el suelo, lo que nos llama la atención y nos lleva a imaginar escenas rocambolescas.
Continuamos nuestro camino, que ahora va empinándose poco a poco. Nos desviamos hacia la izquierda del lago de Sant Maurici (1.930m) en dirección al refugio, pero lo pasamos de largo sin verlo. Seguimos ascendiendo y las vistas del lago, hacia atrás, son espectaculares.

A media mañana paramos en una explanada que forma el riachuelo, antes de llegar al collado del Portarrón, a tomar un bocado y descansar. Empezamos a ver las primeras vacas y algunos excursionistas también. Pasamos el collado del Portarrón (2.424m), una zona con orografía muy suave, el paisaje que forman las verdes praderas junto a las blancas nubes del cielo recuerda un escritorio de windows xp. Más vacas y alguna charca ya seca pero con humedad en el suelo aún. Para la fecha en la que estamos hay mucha humedad por todas partes, apenas se ven restos de neveros en las partes más altas, pero rezuma por todas partes el agua que destilan. Esa abundancia de agua, por suerte, nos acompañará durante toda la travesía, lo que la hace muy placentera, además de evitar tener que cargar grandes cantidades de agua para la jornada.
Una vez pasado el collado, enseguida vemos el Estany Llong de Aigüestortes al fondo del valle. Este era nuestro destino para hacer noche el primer día.
Desde que comenzamos a andar estamos dentro del Parque Nacional de Sant Maurici, que dispone de unas normas de conservación muy estrictas. No está permitida la acampada ni la pernocta, ni siquiera en vivac. Esto lo sospechábamos pero no tuvimos la certeza hasta finalizar la travesía.
Al organizar la salida, unas dos semanas antes, intentamos reservar en los refugios por los que preveíamos pasar, que forman parte del circuito Carros de Foc, pero no había plazas libres y además los precios nos parecieron caros (unos 45,00€ media pensión x persona, ¡más que una habitación doble en un hotel de 3 estrellas!, si contamos dos personas). Está muy bien que protejan los espacios naturales, pero siempre queda la sospecha de que se aprovecha esa restricción para pasarse con los precios de los refugios, única forma permitida de hacer noche en el parque. Els catalans de les pedres trauen pans. Nosotros salimos con la idea de acampar en tienda y así lo hicimos las tres noches y aunque no tuvimos un especial cuidado por escondernos, sí tuvimos suerte de no encontrarnos personal del parque, supongo que nos habría caído una multa de habernos visto montar tienda por ahí. Dicho esto, hay que aclarar que la tienda la montábamos a última hora de la tarde, sobre las 21.00 y la desmontábamos al levantarnos, sobre las 08.00 y al abandonar el lugar de la pernocta nos asegurábamos muy bien de no dejar ni rastro de nuestra presencia allí, no por las restricciones del parque sino por la propia naturaleza.
Volvamos a la ruta. Al pasar el collado del Portarró (2.424m), después de los primeros zigzags paramos a descansar en una zona de grandes piedras y árboles bonsái. Desde allí empezamos a planificar el resto del día y la ruta que íbamos a tomar a la jornada siguiente.
Isidro planteó la idea de atajar por la ladera de la izquierda sin perder altura en lugar de bajar hasta el valle, pasar por el refugio del Estany Llong y volver a subir para tomar el GR11. No estábamos seguros de que pudiéramos avanzar por donde pretendíamos pues había tramos que no estaban a la vista. Mirando el mapa y dándole vueltas al asunto al final decidimos tomar dirección sur hacia la Coma dels Pescadors; según el plano, había un sendero que discurría entre lagos y nos pareció una buena ruta. Solamente teníamos que encontrar el punto de partida del sendero, que no debía andar lejos de donde estábamos. Tras complejos cálculos con la brújula y el mapa no sacamos nada en claro. Por un lado parecía que teníamos que retroceder unos 500 mts, pero por otro parecía que teníamos que seguir la ladera de la montaña que quedaba justo detrás. Al final, tomamos esta última dirección apartándonos del camino principal por el que habíamos llegado hasta donde habíamos parado. Al cabo del rato lo que parecía marca de paso de ganado se consolidó como senda, aunque muy poco definida. Cuando nos quisimos dar cuenta estábamos al pie del primer lago, Bassa de les Granotes. Nos alegramos porque esto confirmaba, según el mapa, que habíamos tomado la dirección correcta y el paisaje cada vez era más salvaje. A los 2.300 mts de altitud que nos encontrábamos, los únicos árboles capaces de vivir son los pinos negros, que tienen un porte noble y robusto, aunque había muchos de ellos de los que solamente quedaba el tronco seco, a veces en su posición original vertical y otras caídos en el suelo. Nos llamó la atención que hubiera tantos troncos secos, no parecía ser obra de rayos por la cantidad ni de aludes por la dispersión, podría ser alguna plaga o enfermedad. Nos quedamos con la duda.
Después de bordear la Bassa de les Granotes, una subida repentina y bajada inmediata, tras la cual cruzamos un riachuelo y decidimos que aquel sitio era ideal para acampar. Al fondo, al otro lado justo del lago, estaba el Coll Nord de Subenuix, desde donde se asomaban algunas personas y desaparecían inmediatamente, a esa distancia no sabía si era la misma persona o cada vez uno distinto. Pensamos que haría mucho viento allí arriba. Dejamos las mochilas y dimos una vuelta por la zona. Vimos el Estany Nere, impresionante, encajonado en las paredes de la Sierra de Subenuix. Era temprano, sobre las 13.00, habíamos terminado la marcha mucho antes de lo esperado, nos refrescamos los pies en el río y después comimos algo, dormimos una siesta express al solecito y aún nos quedaba toda la tarde por delante. Cuando ya no hacía tanto calor dimos un buen paseo hasta el siguiente lago, más pequeño que el Estany Nere y sin nombre en el mapa (2.366m), era el camino que tendríamos que andar al día siguiente. A la vuelta pasamos el rato haciendo un poco de escalada libre por las rocas, viendo las truchas del Estany Nere y haciendo cábalas de cómo llegarían hasta tan alto. Luego nos aseamos en el río, en una poza spa con cascada y todo. El agua no estaba excesivamente fría y se podía tolerar. Antes de que se pusiera el sol cenamos a la orilla del río riquísima sopa de sobre, embutido y queso. Montamos la tienda, nuestra mejor compra rotovator, y la temperatura empezó a bajar rápidamente. Aún había claridad cuando estábamos dentro del saco. La primera noche, como siempre, dormimos mal, el suelo estaba inclinado y lleno de altibajos. Pepe y Juan Luis le dieron una buena serenata de ronquidos montañeros a Isidro, que ni chasquiendo la lengua consiguió callarles.

25/07/09 – Sábado
El plan para hoy era continuar dirección sur y luego desviarnos hacia el este para alcanzar el pico Subenuix desde el collado más próximo. El Subenuix no es un tresmil pero casi, mide 2.949m y tiene una bonita forma piramidal y pensábamos que las vistas merecerían la pena la subida, por lo que habíamos decidido subirlo. El inconveniente era que no sabíamos lo que nos íbamos a encontrar por el camino. Lo único que sabíamos es que en el mapa había una senda de puntos que partiendo desde del segundo de los Estanys dels Gavatxos llega hasta el collado y luego sigue por lo que parecía una cresta. Desde abajo no parecía muy complicado. Una vez alcanzada la cima ya decidiríamos qué dirección tomar, si hacia el oeste al collado dels Gavatxos o al este hacia los Estanys de la Muntanyeta.
Nos levantamos un poco maltrechos. Para el desayuno hervimos agua y preparamos leche condensada y Nesquik acompañado de galletas maría, lo millor del mon y nudles de chocolate. Partimos por el camino que ya conocíamos de la excursión de la tarde anterior y pronto alcanzamos los lagos dels Gavatxos, que son tres seguidos encajonados entre el Tossal de la Muntanyeta y el Pic de Subenuix. El camino apenas está marcado pero podemos seguir bien la dirección gracias a los mojones de piedra que la gente va dejando. A veces estos mojones están en el sitio más evidente y luego, donde no sabes para dónde ir, no ves ni uno. Nosotros aportamos nuestro granito de arena recomponiendo algunos y colocando incluso algunos nuevos. Al llegar al inicio del segundo lago, desde donde partía la senda hacia el collado del Pic de Subenuix, en perpendicular a nuestro camino, paramos a descansar y disfrutar el entorno y del increíble paisaje (2.548m). Buscamos algún indicio de senda o marcas de piedra que nos indicaran la subida pero no vimos ni rastro, así que dedujimos cuál era la vía más accesible y comenzamos a subir. Al principio no hubo problema, se ascendía bien entre las grandes piedras caídas en la ladera. Al llegar al canchal que hay debajo de las paredes de la montaña, la cosa fue empeorando más rápido de la cuenta. Seguíamos sin rastro de camino, íbamos en rotovator, cómo no. Un poco más arriba, una manada grande de Sarrios nos miraba atónitos, aónde irán estos parecían pensar. Cuando se aburrieron de observar con sorna nuestro torpe avanzar de humanos, descendieron por la parte opuesta de la pedrera haciendo un gran arco. Las piedras estaban muy sueltas y el terreno se iba inclinando cada vez más. Cuando estábamos tocando la pared aun quedaba el peor tramo hasta alcanzar el collado (2.777m). El sol empezaba a asomar en ese momento por la abertura y las piedras se deslizaban continuamente bajo nuestros pies. Desde la pared salían algunos corredores directamente hacia arriba pero pensamos que era más seguro continuar por el pedregal hasta el collado esperando encontrar allí una vía que ascendiera al pico por la cresta. Al penoso avance se añadía una visión de grandes pedruscos muy descompuestos por encima de nosotros que no auguraba nada bueno. Por fin alcanzamos el collado. Nos recompusimos de la penosa subida y al estudiar la posible subida, tardamos muy poco tiempo en concluir que era una locura intentar alcanzar la cima por esa cresta, formada por inmensos peñascos, grandes grietas y vacíos. Descartado el pico estudiamos el valle bajo nuestros pies para decidir la dirección a tomar. Lo más evidente era un collado bajo y amplio justo al otro lado del valle, pero quedaba más bien hacia el norte y nosotros debíamos ir directamente hacia el sur, luego lo descartamos. Tomamos dirección este esperando que al girar la loma norte del Subenuix viéramos el collado que debíamos cruzar para acceder a los lagos de la parte sur. En la cara norte del Subenuix había unos escaladores ascendiendo por una enorme grieta vertical. Los rebasamos y al girar vimos un primer collado con algo justo en medio que, desde donde estábamos parecía una webcam que quisiera vigilar las andanzas de los montañeros. Más al sur vimos otro collado, pegado al Subenuix, éste sin webcam. Aunque éste último era más alto, quedaba más en la línea de nuestra dirección, por lo que nos dirigimos directamente hacia él por un enorme canchal siguiendo los mojones que marcaban un camino invisible. Confiados en que era la ruta adecuada subimos ya con la tranquilidad de haber pasado lo peor. La ladera que nos esperaba al otro lado tenía que ser por fuerza más suave. Agotados por el esfuerzo de los últimos tramos y el calor alcanzamos el collado (2.820m). La primera impresión fue buena porque la vista era de un valle amplio con varios lagos en el centro, justo lo que esperábamos. Ya se hacía un poco tarde, pero merecía la pena bajar hasta los lagos y comer allí tranquilamente. Solo había un pequeño inconveniente, cuando nos pusimos a andar no vimos ni camino, ni senda ni nada que se le pareciera. Aquello parecía tierra virgen. Nos resultó un poco extraño que habiendo sido guiados hasta allí arriba por los mojones ahora, de repente, no hubiera ninguna marca de que por allí hubiera descendido nadie jamás. Justo a nuestra izquierda había un picacho y al otro lado parecía que el terreno era más adecuado para iniciar el descenso, así que nos dirigimos hacia allá y empezamos a bajar por una ladera terrosa con hierba que pronto empezó a cerrarse en forma de embudo que acababa en una chimenea casi vertical, cuyo final se perdía de nuestra vista. Demasiado arriesgado seguir bajando por allí. Volvimos a subir hasta el collado para estudiar más detenidamente la situación. Y la situación empezaba a no gustarnos nada, la pendiente de la ladera era muy vertical y el suelo de tierra resbaladiza. Intentamos avanzar lateralmente con mucho cuidado hacia nuestra derecha. Al llegar a las primeras rocas fuimos realmente conscientes del peligro que suponía descender por allí. Estábamos en lo alto de una trampa con forma de embudo. Dudábamos entre bajar haciendo zigzag o en línea recta. Bajar en vertical en una pedrera normal tiene la ventaja de vas más rápido pero en esta el problema es que la arena no cedía al pisarla y la sensación era de resbalar continuamente y sin un obstáculo por debajo que nos detuviera. Así la cosa decidimos bajar agarrándonos a las rocas laterales. Fuimos perdiendo altura poco a poco pero no la sensación de peligro. Las rocas eran de granito totalmente descompuesto y cada vez que poníamos una mano sobre algún resquicio, recibíamos un limpio corte más o menos profundo. Tampoco las piernas quedaban indemnes con los roces, sobre todo Isidro y Juan Luis que iban en pantalón corto. Ya llevábamos un buen rato y aún nos quedaba casi toda aquella pedrera infernal que parecía no tener fin. Comenzábamos a desesperarnos y hubo momentos de apuro. Después de más de una hora de bajada llegamos agotados al nivel del primer lago con cortes y sangre en manos, brazos y piernas pero aliviados por haber terminado la pesadilla de la pedrera.


Buscamos un buen sitio para comer a la orilla del lago. Nos relajamos un rato después de la dura mañana. Reconfortaba el agua fría bañando los maltrechos pies. Se estaba bien al sol, hacía calor, pero no demasiada.
Llevábamos más de 24 horas sin cruzarnos con nadie por el camino.
Después del descanso discutimos sobre que camino tomar. Sacamos nuestro plano de la editorial Alpina (original porque en esta ocasión no nos dio tiempo de escanearlo e imprimir una copia) y no nos poníamos muy de acuerdo en el rumbo a tomar, teníamos como destino de la jornada acercarnos al siguiente refugio. Tras un buen rato tratando de ubicarnos con el plano sacamos la conclusión errónea de que estábamos en los Estanys de La Muntanyeta cuando realmente nos encontrábamos en el Estany de Castieso. Y desde el error previmos andamos un buen creyendo que íbamos por otro sitio cuando en realidad estábamos siguiendo el GR11 hacia el Estany Tort. Al poco tiempo de caminar comenzamos a ver las primeras personas, lo que aún nos sorprendió, pasamos por delante del refugio que hay en el desagüe del Estany de Mariolo, que es bastante llamativo porque está construido por un murete que rodea por debajo una inmensa roca caída de lo alto de la montaña y apoyada sobre otra más pequeña. Nos asomamos y vimos unas mochilas al lado de la puerta pero no había nadie dentro, no estaba mal, pero no tenía más de 1,50 m de altura, lo que lo debía hacer incómodo para estar mucho rato allí dentro, pero para resguardarte de un aguacero estaba bien. Ya caía la tarde cuando nos acercábamos al Estany Tort cruzándonos con algunas personas y fue ahí, al ver la inconfundible forma del lago donde nos dimos cuenta de dónde estábamos en realidad. En parte fue un alivio por ubicarnos con seguridad pero por otro lado nos fastidiaba la idea de habernos equivocado tan tontamente, ahora, mirando sobre el mapa, se veía claramente el despiste de no haber identificado los lagos con la gran diferencia de tamaño que había entre unos y otros. Buscábamos a esa hora un sitio para pasar la noche, nos desviamos a nuestra derecha a la altura de la pared de represa del Estany Tort descendiendo hacia un riachuelo que se veía al fondo. A los pocos minutos llegamos a una llanura en el fondo del Barranco de la Lora, era un sitio perfecto, con un suelo nivelado y mullido de hierba, con el río justo al lado. Montamos tienda y nos aseamos un poco en el río. Isidro se lavó perfectamente. Aprovechamos los últimos rayos de sol para tumbarnos un rato y relajarnos. Estábamos rodeados de arroyos de agua limpia y las ranas saltaban de uno a otro con toda la parsimonia, sin importarles nuestra presencia, se dejaban coger sin más, es increíble que aun queden especies animales que no desconfían del ser humano. Hoy también habíamos tenido suerte con el sitio. Dimos un agradable paseo hasta la parte alta del barranco, siguiendo el curso del río. A la vuelta cenamos nuestra exquisita sopa de sobre y algo de fiambre. La noche la pasamos considerablemente mejor que la anterior.

26/07/09 – Domingo
Nos levantamos temprano, desayunamos, recogimos la tienda y deshicimos el camino hecho la tarde anterior hasta alcanzar el lago retomando el GR11 por la orilla dirección sur. Al poco tiempo vimos unas construcciones en ruinas de lo que pareció ser en centro desde donde se construyeron los muros de embalse para incrementar la capacidad de embalse de los tres o cuatro lagos naturales de esa zona y después de las ruinas custodiadas por un rebaño de apacibles vacas montaraces, siguiendo el camino por la orilla del lago andamos por una especie de vía de tren en miniatura, la separación entre los raíles no debía ser mayor de 50 cm. Nos preguntábamos cuál sería la función de ese miniferrocarril en desuso que serpenteaba sorteando pedruscos y desniveles por delante de nosotros hasta donde alcanzaba la vista. Al llegar a La Portella (2.290m), al final del lago vimos a la otra parte de un tremendo circo con un lago al fondo, un edificio que no sabíamos si era un refugio o un chaletazo de millonario. Al lado del lago se veían algunas construcciones y un parking, el desnivel era impresionante. Nuestro camino se desviaba a nuestra izquierda, hacia el oeste ganando altura poco a poco. Más adelante compartimos el camino durante un buen trecho con cuatro vacas que se ve que estaba haciendo el mismo trekking que nosotros porque no se salía en ningún momento de la senda y claro con lo gordas que estaban y la estrechez del terreno, no había forma de adelantarlas. Llevaban buen ritmo, pero el nuestro era un poco más rápido así que no pusimos a chupar cola hasta que conseguimos espantarlas en una curva pronunciada donde se salieron a tomar un descanso y pastar antes de continuar con su excursión y así nosotros pudimos continuar con la nuestra a nuestro ritmo, por fin. Al poco llegamos al refugio de Colomina que lo dejamos a la derecha, nuestro camino seguía hacia la izquierda bordeando el Estany de Colomina. Paramos a descansar un poco más adelante a orilla del lago. Hacía calor y tomamos algo de líquido. Nos impresionó la transparencia del agua de aquel lago y la bonita estampa que formaba con el refugio cortando el horizonte entre el lago, las montañas y el cielo completamente azul.

Mientras descansábamos nos adelantaron varios grupos, entre ellos zapatitos de cristal y su acompañante. También nos adelantarlo a lo largo de la jornada varios personajes que iban solos a una marcha bastante más rápida que nosotros. Téngase en cuenta que al no estar permitido pernoctar en el parque, la gente lleva una mochila de ataque con el peso justo mientras que nosotros llevábamos la tienda, la comida para tres o cuatro días y el resto de bártulos. Al final del lago, una corta subida sorteando un muro de represa que lo separa del siguiente, el Estany de Mar, algo más elevado (2.426m). Este lago era más grande y al fondo estaba rodeado de una gran ladera en la que se divisaba la fuerte subida que nos esperaba. La subida era prácticamente una línea recta casi vertical, se ve que en lugar de hacer un zigzag que hubiera sido lo normal, han aprovechado alguna subida que en su momento se debió emplear para las obras de represa. Al final de la pesada rampa nos encontramos con el Estany de Saburó que tiene un perímetro con marca de nivel de agua muy alto, casi al nivel del collado pero realmente tenía muy poca agua, se ve que tiene alguna fuga y ha perdido gran cantidad, volviendo posiblemente al estado original del lago antes de que lo recrecieran artificialmente. La subida hasta el Collado de Saburó (2.667m), al otro lado de la cuenca, se nos hizo también muy pesada por el cansancio acumulado, el calor y el fuerte desnivel. Una vez alcanzado, descendimos hasta el próximo Estany del Cap de Port (2.527m) y comimos en la orilla. Hacía calor pero se estaba bien al lado del agua, incluso corría una brisa fresca. Nos remojamos un poco los pies para tonificarlos, la baja temperatura del agua tampoco permitía más alegrías. Recuperados los ánimos y satisfechos los estómagos, retomamos nuestra etapa cuyo punto final no teníamos aún muy claro cuál sería pero como mínimo había que alcanzar el refugio José María Blanc. Tras una corta subida, al rebasar el lago iniciamos una suave bajada hasta una zona más o menos llana, repleta de pequeños lagos y arroyos tortuosos de aguas cristalinas que recuerdan a Aigüestortes. Seguimos las indicaciones hacia el refugio y un poco más adelante nos encontramos con una bajada vertiginosa entre pinos para dar de bruces en el Estany Negre de Peguera, también recrecido artificialmente y con el agua en su nivel máximo. Pasamos tangencialmente por la orilla norte del lago y tras una corta pero matadora subida encontramos la pista que llega hasta una central eléctrica y un poco más adelante el refugio, a orillas del Estany Tort de Peguera (2.318m). La estampa era idílica, el refugio un edificio de tres plantas de piedra con techos del pizarra al estilo alpino, faltaban los geranios rojos en las ventanas. Nosotros, cómo no, pasamos de largo. La gente que estaba alojada en el refugio tomaba el sol a orillas del lago como en un hotelito de montaña suizo. Claro que nadie se atrevía a meter un dedo en el agua, a pesar del calor. Nosotros ya estábamos agotados de esta jornada que se nos hacía más bien larga y también descansamos un buen rato a la orilla del lago a la sombra de los pinos, junto al camino ahora ya convertido en pista forestal para que los land rover puedan llevar a los turistas a alojarse sin demasiadas molestias desde Espot hasta el refugio. Los cientos de crías de truchas se apretujaban en las pequeñas playas que se forman en la orilla del lago, donde el agua debía estar a algún grado más que aguas adentro. La pista rodea el lago dirección norte y luego continúa en una eterna bajada formando eses hasta llegar hasta la llanura del Estany de Lladres. Buen lo de Estany era un decir. Aquello era el lecho seco de otro lago recrecido artificialmente en su momento. Dejamos las mochilas y oteamos la zona en busca de un sitio para montar tienda. Después de dar muchas vueltas no nos convencía nada. Con la suerte que habíamos tenido los dos días anteriores, ahora lo menos malo estaba justo al lado de la pista. Justo al final, tras dar otra vuelta encontramos un sitio que resultó estar muy bien. Estaba cerca del camino pero oculto a la vista, en un rellano que había sido la entrada a una casa de piedra de la que solo quedaban dos medias paredes y un montón de piedras alrededor con las que nos hicimos asientos y mesa para la cena. También tenía un pequeño arroyo de agua limpia justo al lado. Era perfecto, si no hubiera sido por la inmensa cantidad de mosquitos que había, nos atacaban por decenas y no había forma de espantarlos. La picadura no es tan fuerte como los mosquitos normales pero al ser tantos, se hacía muy molesto. Juan Luis fue el que más picaduras recibió de los tres, debe tener la sangre más dulce. Ahora que ya estábamos tranquilos y contentos por haber encontrado un buen sitio para pasar la noche, montamos nuestra supertienda, la mejor compra Rotovator, y nos aseamos. Luego nos fuimos a dar un paseo por el camino que teníamos que tomar a la mañana siguiente para llegar al parking. Desde donde estábamos, sale otro camino que va directamente a Espot. Estuvimos más de una hora andando entre ida y vuelta por una senda que curiosamente era totalmente llana, iba bordeando la ladera sin variar el nivel, la razón es que estaba hecha sobre una conducción de agua que alimenta unos embalses más abajo en el valle. A la vuelta cenamos y después a dormir como benditos después de la dura etapa.

27/07/09 – Lunes
Este era nuestro último día de travesía. Tras levantarnos, desayunar y recoger la tienda dejamos todo tal y como nos lo encontramos el día de antes, incluidas las piedras que nos habían servido de mobiliario. Incluso regamos las plantas que habíamos aplastado con la tienda para que se recuperaran más rápido. Tomamos el camino que ya conocíamos de la excursión de la tarde anterior en dirección al parking. En menos de dos horas llegamos a nuestro destino. Contentos por haber alcanzado nuestro objetivo, haberlo pasado bien y agradecidos por el buen tiempo que nos hizo los tres días. Al llegar al coche y acoplar las mochilas, Pepe echó en falta su teléfono móvil que lo llevaba en la mochila apagado por si hacía falta por alguna emergencia, como es habitual. Vació la mochila entera mirando una a una todas las cosas que llevaba dentro pero el móvil no apareció. Lo sintió más que por la pérdida del aparato, por la contaminación que suponía ese teléfono allí donde quiera que estuviera en la montaña. Ya no se podía hacer nada, así que metimos todas las cosas en el maletero y bajamos a Espot donde paramos a tomarnos un reconfortante café con leche y a llamar a la familia. A las 14.00 paramos a comer en Montblanc, en el Molí, y nos hicimos una estupenda comida homenaje. Sobre las 20.00 estábamos de vuelta en casa.

(El teléfono móvil de Pepe apareció esa misma noche dentro de la bolsa de aseo. La montaña queda libre al menos de esta agresión)