Alcazaba 2008

Se resiste. La Alcazaba alza su inexpugnable muralla ante nosotros una vez más.
Éste es el segundo intento de alcanzar la cima de la Alcazaba desde el refugio Postero Alto.

Jueves 22 de mayo de 2008. Preliminares.
Por fin tenemos plan montañero para el fin de semana. Después de varias cancelaciones a Pirineos por culpa de la amenaza de lluvia, ante la confirmación de previsión de lluvias otra vez en el norte, decidimos cambiar diametralmente de rumbo. Sierra Nevada encierra un reto para Rotovator: hacer cima en la Alcazaba saliendo desde el refugio Postero Alto. La primera vez, en diciembre de 2007 lo intentamos en una sola jornada, en esta ocasión nos quedamos en el Atalaya, uno de los tresmiles previos. Desde allí dimos la vuelta para hacer noche en las lagunas y regresar a casa al día siguiente convencidos de que era necesario más tiempo.
Ahora acometemos de nuevo el reto disponiendo de un día más. El jueves ya lo teníamos todo claro menos la hora de salida. Nos costó más de lo habitual concretar una. Inicialmente habíamos pensado salir después de cenar para conducir de noche y al amanecer empezar a hacer camino, pero luego pensamos que eran solamente cuatro o cinco horas de viaje y que nos sobraría mucho tiempo, así que decidimos salir de madrugada. Javi y Juan Luís acordaron salir a las 4:30, pero cuando se lo comunicaron a Pepe a éste le pareció demasiado tarde y propuso las 3:00. Tras acordar el nuevo horario y encargar la compra a Juan Luís, una cuestión doméstica provocó un nuevo cambio repentino y definitivamente quedaba prevista la salida para las 6:00.

Viernes 23 de mayo de 2008
Después de tanto esfuerzo preparatorio, el viaje comenzó accidentado. Pepe se despertó a las 6:00, hora prevista de salida desde casa de Javi, en Alginet. Como consecuencia, cuando salíamos realmente eran más de las 7:00, con el sol ya bien alto y las carreteras llenas de vehículos que transportaban a sus conductores al trabajo. Extraña, pero agradable sensación la de estar de vacaciones cuando para la mayoría de la gente es un día normal de trabajo.
En el Pathfinder de Javi, Javi conduciendo y Pepe. En el C-max de Juan Luís, él mismo. ¿Por qué en dos coches si éramos tres? Porque Juan Luís tenía que quedarse en tierras andaluzas por cuestiones laborales toda la semana siguiente. Hicimos de un tirón Alginet - Algún pueblo de la provincia de Almería, algo desviado de la A92, donde paramos a almorzar tostadas con jamón y bocata de chorizo en una terraza al cálido sol de la mañana. En Guadix nos metimos en el entramado de callejuelas del centro, incluida dirección prohibida y marcha atrás los dos coches, uno detrás de otro. Por fin encontramos la tienda de deportes donde Pepe compró una esterilla porque la suya, con las prisas, se quedó en casa. Luego seguimos camino a Jeréz(s) del Marquesado, donde dejamos el C-max en frente del cuartel de la Guardia Civil. Continuamos con el Pathfinder por la pista que lleva al refugio. No había nadie en el refugio, estaba cerrado y el aparcamiento vacío. Solo habíamos visto un turismo un par de kilómetros atrás donde la pista se confunde con el cortafuegos y se hace casi impracticable.
Eran las 13:00 cuando empezamos a andar. Tomamos el camino de la loma. La ruta a seguir ya la conocíamos, de la vez anterior. Desde abajo veíamos las grandes manchas de nieve que aún quedaba en cotas más altas, deseosos de alcanzarlas. Íbamos pendientes de no perder el sendero y obsesionados por no cometer el mismo error de la vez anterior, giramos hacia la izquierda antes del desvío, aunque en esta zona no hay pérdida porque no desaparece de la vista la Piedra de los Ladrones (2.900), primer destino. Al poco tiempo de subida, ya apareció el primer contratiempo. Javi llevaba las botas rígidas de invierno nuevas (portábamos equipo de invierno: crampones y piolet por la nieve y hielo que esperábamos encontrar arriba). Las rozaduras aparecieron de forma casi inmediata. Tal fue la cosa que andaba con bastante dificultad. Paramos a tomar un bocado en lo que desde abajo parecía las Piedra de los Ladrones, pero era solo un anticipo (16:00). Juan Luís y Pepe se adelantaron a Javi, alcanzaron por fin la Piedra de los Ladrones y buscaron un hueco para protegerse del viento y esperar a Javi, que avanzaba ya muy lentamente. El plan era hacer noche en la vaguada del Puntal de Vacares, pero viendo la hora que era, nos conformábamos con montar la tienda en las lagunas. Tras un buen rato de esperar, Juan Luís y Pepe empezaban a preocuparse, incluso pensaban que si Javi iba tan mal habría que hacer noche allí mismo. Unos 500 mts más arriba un par de personas se movían entre unas rocas, a la hora que bajaban debían haber hecho noche arriba. Al rato, otra persona subía más o menos a mitad de camino entre Juan Luís y Pepe y los que bajaban. Parecía andar con dificultad. Y tanto, como que era Javi, que no vio a Juan Luís y Pepe y había pasado de largo. Le gritaron hasta que les oyó. Se sentó en el suelo a esperar. Cuano llegaron a donde estaba, Javi llevaba un rato hablando con la pareja, que le alcanzó antes. Efectivamente habían pasado la noche en el Puntal de Vacares y comentaban la cantidad de nieve que encontraron arriba. Nos deseamos mútuamente suerte y seguimos el camino.
Ascendimos la pesada loma cruzando ya algunas manchas de nieve alcanzando el paso entre el Puntal de Juntillas y Cerro Pelado, a 3097 mts desde donde divisamos todo el valle del Trevélez y a la derecha el Mulhacén, detrás del Alcazaba, confundidos entre las amenazantes nubes. Descendimos la ladera de piedra suelta que con el terreno húmedo no resultaba fácil hasta llegar al llano de Lagunas Juntillas (18:00). Montamos la tienda, esa tienda de invierno que es la mejor inversión de Rotovator hasta ahora, en un vicvac que formaba un círculo perfecto bien protegido por un murete de piedras y un suelo totalmente plano. El suelo estaba muy mojado y enseguida se formó un barrizal al pisar, por lo que Juan Luís acondicionó las zonas de acceso, alrededor de la tienda, con un enlosado de piedras estilo trencadís. Comenzaba a hacer mucho frío y las oscuras nubes nos caían literalmente encima. Cuando tuvimos todo recogido, nos tumbamos un rato dentro de la tienda, protegidos del frio, a descansar. Javi aprovechó para curarse las rozaduras de los talones, que tenían un tamaño considerable. A las 20:30 ya estabamos cenando la sopita de sobre, salchichón y queso, nuestro menú montañés preferido. A las 21:30 nos acoplamos en los sacos y nos dispusimos a dormir plácidamente. Poco duró la placidez puesto que al momento de caer en brazos de Morfeo se levantó un viento tremendo que no cesó en toda la santa noche. Javi y Juan Luís durmieron relativamente bien, pero Pepe pasó toda la noche despertándose por el ruido del viento y de lo que no era el viento. Incluso llegó a asomarse con la linterna fuera de la tienda al oir ruidos de animales alrededor de la tienda, y unas cuantas veces tuvo que arreglar los avances de la tienda porque el viento los soltó de la piqueta y volaban enloquecidos sobre el montón de marmitas, cubiertos, botas, botiquines y resto de enseres apilados en la puerta de la tienda. Había momentos en los que parecía que era la tienda completa con nosotros dentro lo que iba a salir volando.
Sábado 24 de mayo de 2008
Por fin el alba dejaba atrás una noche de infierno. A las 07:00 ya estábamos levantados. El viento se había retirado al amanecer en pero los primeros rayos de sol no conseguían subir la temperatura. El termómetro no alcanzaba los 0ºC. Animosos por haber conseguido madrugar más de lo habitual en nuestro caso, desayunamos batido de cacao fresquito con cereales, recogimos la tienda y los bártulos en un santiamén.
Nuestro programa para este día era alcanzar la cima del Alcazaba y retorceder lo máximo posible. Comenzamos a caminar sin seguir un camino, había dos opciones. La primera era tomar el fondo del valle del río Juntillas, casi en linea recta hacia el sur, lo que suponía perder bastante altura para luego recuperarla. La segunda era ir por la parte derecha, manteniendo más o menos la misma cota por la ladera, esto suponía más distancia pero nos pareció la mejor decisión. No había senda, aunque era fácil orientarse, siempre teníamos a la vista la cresta de los termiles a nuestra derecha y el río a la izquierda. El Alcazaba quedaba oculto tras el Puntal de Vacares (3.143). El trayecto era agradable. De vez en cuando cruzábamos alguna mancha de nieve. A la altura de la Cuneta de Vacares descendimos hasta cruzar la reguera que desagua de la laguna de Vacares, que quedaba más arriba, fuera de nuestra vista, sería las 10:00. Había bastantes regueros de agua de deshielo por todas partes. A esta hora ya no hacía frío. Teníamos que cruzar la pequeña terraza y rodear la Loma de Vacares tomando como referencia el peñón que veíamos justo enfrente nuestro. Era un canchal con bastante pendiente aunque no parecía presentar gran dificultad. Como no había camino, seguimos la regla de no perder altura.
Pepe se adelantó un poco. Javi caminaba el último con bastante lentitud a causa de las rozaduras, que ya se habían vuelto crónicas. Juan Luís iba en medio, cera de Javi. Al cabo del rato, Juan Luís se había quedado atrás. Pepe continuó un poco más hasta alcanzar una buen rellano para descansar un rato y tomar un bocado. Dejó la mochila y retrocedió un poco para estar a la vista y enseguida apareció Javi, un poco maltrecho. Soltó su mochila y Pepe fue a esperar Juan Luís en el mismo lugar que había esperado a Javi, unos metros atrás. No había pérdida posible, pero Juan Luís tardaba más de la cuenta. En la montaña hay que seguir siempre la regla de no perder de vista al que va detrás de nosotros, sobre todo cuando el camino no está bien definio o no existe, como era nuestro caso. Por seguros que estemos, el más mínimo incidente puede convertirse en un serio problema si no hay contacto visual con el compañero. Pepe se quitó la idea de un posible despiste y pérdida de Juan Luís porque prácticamente no había otro sitio por donde ir que por donde estábamos nosotros. Tardaba demasiado tiempo.
-¡Javi!, ¡Juan Luís iba muy lejos de ti!
-¡No!, ya debería estar aquí.
-¡Joder! pues no lo veo por ninguna parte. No se puede haber perdido, pero voy a retroceder a ver si le veo.
-¡Vale, yo espero aquí!
Aquello no era normal, Pepe comenzó a llamar a voces a Juan Luís, pero no recibió ninguna contestación. La cosa no pintaba bien. No había ni rastro de Juan Luís por ninguna parte. No se podía haber esfumado sin más.
De repente, justo al fondo de la ladera, Pepe vió la figura de Juan Luís, ¡caminando en línea recta hacia el río! No era posible. Algo debía pasar. Al fin consiguió que Juan Luís le oyera pero era imposible entenderse a esa distancia. Juan Luís le hizo gestos a Pepe para que ellos continuaran camino adelante. Pepe volvió corriendo hasta donde estaba Javi, un poco nervioso por no entender qué ocurria, le explicó a Javi la situación y decidieron salir lo más rápido posible en la misma dirección que había tomado Juan Luís.
Nada más cruzar la pequeña planicie, antes de adentrarse en el canchal, Juan Luís no vió la situación muy clara. Ladera muy pendiente, piedras grandes e inestables, sin camino definido, sin saber lo que encontraría al rodear la gran pared rocosa y con mucho retraso sobre el avanze previsto. Aquello empezaba a no gustarle nada. Su azavance se hacía más lento y enseguida perdió de vista a sus dos compañeros. Visualizó la peor situación: su ritmo retrasaría aún más la marcha del grupo. Analizó rápidamente la situación. Javi y Pepe iban a buen ritmo aunque con el tiempo muy justo. Si tenían que adaptar el paso al suyo seguramente no alcanzarían el objetivo. Por otro lado, el tramo recorrido del valle era muy abierto, sin árboles y con el lecho del río en el fondo siempre a la vista. No lo pensó más. Giró rápidamente hacia el río con la intención de esperarles en alguna llanura cerca del río. No les avisó porque sabía que si lo hacía, ellos desestimarían la opción de separarse y continuar.
Cuando Javi y Pepe alcanzaron a Juan Luís, éste llevaba un rato tumbado en la hierba, descansando. No hubo ningún comentario sobre el asunto una vez comprobaron que no había ningún problema físico. Descansaron un rato los tres y disfrutaron del impresionante paisaje. Una vez relajados y descansados decidieron pasear, sin las pesadas mochilas, hacia la Cañada de los Calderones, pero por una cota más baja sobre el valle, más asequible y con camino bien definido. Al girar la Loma de Vacares pudieron apreciar todo el conjunto del barranco y el Alcazaba al fondo, al oeste. Comprendieron que hubiera sido imposible alcanzar la cima del Alcazaba aunque hubiesen continuado. Así que a disfrutar del paseo y del paisaje. Otra vez sería. Tras hacer unas fotos y un rato de discusión sobre si lo que teníamos delante, a la otra parte del barranco era camino o reguera, dimos media vuelta sobre nuestros pasos. El pequeño catalejo de Javi, aunque no sirva para ver los cráteres de la Luna, nos valió para comprobar que se trata de una reguera. Una larguísima acequia que salía del fondo del barranco y parecía no acabar nunca, perdiéndose entre las sinuosas laderas de la montaña. Como la vida misma, siempre sabes de donde te trae pero no siempre a dónde te lleva (11:30). Volvimos al punto donde habíamos dejado las mochilas, decidimos que ya era la hora de la comida y tomamos un bocado sentados al lado del arroyo que en cascada iba buscando el río.
Tomamos el camino de vuelta sin prisa con el sol alto aún. Volvíamos por un nivel más bajo que la ida, pero en línea más recta. Al cabo de un rato pasamos por la orilla de una minúscula laguna circular de agua cristalina en mitad de la ladera. Nos sentamos a descansar un rato y el descanso se convirtió en reparadora siesta al sol sobre la hierba tíbia.
A las 16:30 decidimos parar y montar la tienda unos 500 mts antes de llegar a la lagunilla de la Majonera. Encontramos un buen sitio llano al cobijo de una roca (2900). La tarde no se presentaba tan desapacible como la noche anterior. Mietras preparábamos la cena recivimos una inesperada visita. Cuando Javi, que estaba preparando la sopa, dijo: hay una zorra delante de la tienda, Juan Luís y Pepe tardaron en reaccionar y cuando se asomaron no no daban crédito a la visión. Una zorra, a dos escasos metros de la tienda, inmóvil, miraba fijamente el cazo de sopa calentándose en el gas. Tenía muy mal aspecto, a saber el tiempo que llevaba sin comer. Estaba decidida a esperar por si caía algo, parecía no tener ningún miedo de las personas pero pesamos que era mejor no darle comida y la espantamos para que se alejara, aunque no fue fácil. Nos dio pena pensar en las malas condiciones que deben tener estos animales para acercarse de esa manera a mendigar a las personas.
La noche también fue ventosa, aunque no tanto como la primera, por fortuna. Al as 7:30 ya habíamos desmontado la tienda y antes de las 8:00 ya estábamos enfilando en línea recta el paso entre el Puntal de Juntillas y el Cerro Pelado (3097). Juan Luís y Pepe se adelantaron un poco, Javi arrastraba las rozaduras como podía. Al pasar la loma, la vista tras la Piedra de los Ladrones era un mar de nubes que zizagueaba siguiendo la forma de las montañas. Ahí Juan Luís y Pepe esperaron a Javi para no perderle de vista. Hacía mucho viento y el termómetro marcaba -5. Empezaron a preocuparse porque Javi no llegaba. Volvieron tras sus pasos unos cientos de metros y, al no verle, Pepe dicidió utilizar el pito de Juan Luís, dejándole el oído totalmente atronado. El caso es que Javi no respondía al pitido, pero al cabo del rato le vieron cojeando unos doscientos metros hacia el sur. Había desviado su trayectoria buscando una posición más cómoda para sus maltrechos pies. A las 9:00 habíamos alcanzado la Piedra de los Ladrones. El descenso se hacía cada vez más penoso. Javi cada vez iba peor y a Pepe comenzaba a fastidiarle bastante su rodilla izquierda. Hacia mitad de la Loma de Enmedio, Pepe y Javi intercambiaron sus botas con la esperanza de que a éste le dolieran menos las rozaduras y, sobre todo, el dedo gordodel pie izquierdo, cuya uña peligraba por enésima vez. Un poco más adelante, viendo que avanzábamos muy lentamente, Juan Luís tomó la delantera con la intención de llegar antes al coche, que ya veíamos, pero que aún quedaba lejos, para volver con las zapatillas de Javi. A esa altura nos cruzamos con un un matrimonio de guiris que subían.
Al llegar al aparcamiento, Juan luís se subió al Pathfinder de Javi, quitó la cadena que franqueaba la pista y se adentró en por la pista para acercárse hasta el inicio de la senda de la loma. Dejó allí el coche y subió hasta alcanzarnos, con las zapatillas de Javi. Éste vió el cielo abierto al cambiarse, por fin, de calzado. Pepe renqueó con su rodilla como pudo hasta el coche. Nos cambiamos, arrancamos y tiramos hacia Jerez sin más dilación.
Era buena hora para parar a comer con tiempo. Dimos vueltas por todo el pueblo a riesgo de quedarnos encallados en algún giro de las estrechas calles pero no tuvimos éxito, no había un solo restaurante. Pasamos al siguiente pueblo. Antes de llegar a Guadix, al lado de una rotonda encotramos un sitio que era restaurante y salones de banquetes que no tenía mala pinta. Allí dimos cuenta de un buen menú rodeados de endomingadas familias y atendidos por un muy amable y fino camarero que tenía razón cuando ante las preguntas de Juan Luís nos aseguró que íbamos a comer bien, muy bien.
Tras la comida homenaje Javi y Pepe tomaron rumbo de vuelta a Valencia mientras que Juan Luís se dirigió de nuevo hacia el sur, a través de Sierra Nevada para hacer noche en un hotelito rural para al día siguiente ir a un pueblo de Almería por motivos de trabajo.
Como siempre lo habíamos pasado bien disfrutando de la naturaleza y de la montaña, pero nos sigue quedando pendiente el reto de La Alcazaba. Otra vez será.