La Sagra, diciembre 2010

Sábado 11 de diciembre de 2010.
En mayo de este año, Juan Luis y yo hicimos una salida que considerábamos fácil para quitarnos el gusanillo de montaña. 2010 ha sido parco en excursiones, entre otras cosas, debido a que Javi ha sido padre por segunda vez de otra niña, Julia, tan guapa como Daniela, su primera hija. La última salida anterior la habíamos hecho en Sierra Nevada Isidre, Javi, Juan Luis y yo, donde subimos un día a Cerro Pelado por la loma y el segundo día subimos por el barranco del Alhorí, con bastante nieve, donde presenciamos un accidente muy aparatoso aunque por fortuna sin graves consecuencias. Al llegar a la parte más alta del barranco, en el rellano que forma el circo, sobre las 13:00, mientras pensábamos si subíamos hasta el collado del Picón de Jerez o no porque se estaban formando nubes compactas que presagiaban una tarde pasada por nieve, observábamos a un grupo de escaladores que llevaba un buen rato parado en la parte alta más estrecha de un corredor de nieve, en la parte izquierda, que es cara norte, conocido como el Canuto. Nos preguntábamos porqué estarían tanto tiempo parados, convencidos de que tendrían alguna dificultad que les impedía progresar los últimos metros para alcanzar la parte alta de la loma. Alguno de nosotros comentaba que parecía que estábamos viendo un documental de montaña el rato que llevábamos allí quietos mirando hacia arriba cuando, de repente, vemos algo negro deslizarse desde el grupo de escaladores hacia abajo en vertical. Los primeros segundos no distinguíamos qué era lo que caía, pero enmudecimos al ver que aquello que bajaba en caída libre tenía brazos y piernas, no había duda ¡Era una persona! La caída debió durar unos segundos, en el primer tramo el cuerpo esquivó, gracias a la morfología de la pared, un grupo de rocas que, de no haberlas evitado, habría saltado al vacío para caer a unos 200 mts por debajo. Sin embargo, la trayectoria curva que siguió el cuerpo sin despegarse de la pared de hielo y nieve le vino a dejar a unos cien metros de donde estábamos, justo después de que un par de montañeros que iniciaban en ese momento la escalada del canuto intentaran pararlo sin éxito, teniendo que apartarse en el último momento para no ser arrollados. Todos salimos corriendo hacia él, que no se movía. Además de nosotros, otros grupos de alpinistas que estaban cerca de pero no habíamos visto al estar absortos observando el grupo de la pared, corrió a la vez hacia el cuerpo. De repente éramos un tumulto de más de diez personas rodeando al accidentado que aunque permanecía inmóvil, no había perdido el conocimiento. De milagro estaba vivo, pero tenía una pierna cruzada por debajo de la otra y no podía moverla, los brazos y la otra pierna sí los movía, pero no estaba como para salir andando precisamente, entre el shock y las magulladuras por todo el cuerpo. Entre varios lo desplazaron hasta apoyarlo en unas piedras grandes, en el centro del rellano donde aun daba el sol para que entrara en calor. Después del susto alguien consiguió contactar con la guardia civil y dio parte del accidente. Dijeron que enviarían a alguien en su rescate. Al rato, como allí quedaba bastante gente y nosotros no podíamos hacer nada más por él, iniciamos el camino de vuelta al refugio de Postero Alto, donde estábamos albergados. Javi cargó con la mochila del accidentado hasta el refugio. Durante el camino de vuelta oímos, en dirección al refugio ruido de helicóptero, dimos por hecho que se trataba del equipo de rescate. El cielo se tornaba más oscuro conforme avanzábamos. Llegábamos al cortafuegos convencidos de que el helicóptero ya habría rescatado al herido cuando nos encontramos a una pareja de guardia civiles allí parados con una camilla rígida en el suelo y hablando entre ellos. Nos acercamos y les comentamos que habíamos presenciado el accidente. El helicóptero los había dejado en el mismo refugio porque el tiempo no permitía el vuelo ni aterrizaje en el barranco. Estaban debatiendo cómo iban a subir hasta allí con la camilla y el material y luego volver con el herido en la camilla (por el barranco, con nieve, hay varios tramos complicados para bajar con un herido en camilla). Pensaban que no podrían ellos solos. Cuando Javi estaba a punto de ofrecerse, junto con Isidre, a acompañarles hasta arriba para ayudarles, un grupo de excursionistas que se habían acercado atraídos por la curiosidad, comentaron que ellos eran montañeros y que estaban descansados pero que no disponían de piolet ni crampones. Nosotros les ofrecimos el equipo nuestro y dos de ellos acompañaron a los guardias civiles.
Por la noche, después de cenar, la explanada del refugio era un hervidero de guardias civiles y vehículos que habían acudido hasta allí, parece ser que desde un curso de rescate que estaban haciendo cerca; seguramente acudieron todos los del curso aprovechando la ocasión para practicar. Al final llegaron con el herido bien entrada la noche, eran más de las diez cuando lo subieron a un todoterreno para llevárselo al hospital. De entrada, llevaba varias fracturas, pero nada que no tuviera arreglo. Por fortuna, todo quedó en un gran susto que seguramente no olvidaremos y que nos debe hacer reflexionar sobre la importancia de ser muy prudente en la montaña y la necesidad de extremar siempre las medidas de seguridad.
Desde esa salida, como decía, la única actividad montañera fue la excursión a la Sagra en mayo de Juan Luis y yo. Salimos un viernes por la tarde y dormimos en una pensión discoteca al lado de la gasolinera de Puebla de Don Fadrique. Habíamos salido con tiempo de verano en Valencia y cuando llegamos al pueblo estaba cayendo aguanieve y hacía un frio que pelaba además de haber unos nubarrones negros como la panza de un burro cubriendo el cielo. A la mañana siguiente el tiempo amenazaba lluvia y frio, mucho frio. Teníamos dudas de si debíamos cancelar la excursión o aventurarnos y, mientras tanto, decidimos comprar algo en horno de la plaza para desayunar. Nos atendió una lozana y amable panadera a quien le contamos nuestra intención de subir a la Sagra y le trasladamos nuestra inquietud sobre la previsión del tiempo. Ella, sabiamente, nos contó que cuando el viento sopla de nosedónde, tal y como lo hacía en ese momento, significa lluvia segura y que su marido había hecho la excursión anual con la gente del pueblo y que pasaron mucho frio. No subáis, no subáis. Fue su conclusión y consejo final. Nosotros no hicimos caso del consejo de la panadera y nos fuimos en coche hasta el hotel Collados de la Sagra desde donde iniciamos la subida. Subimos por el embudo, que estaba cubierto de nieve. Las vistas hacia el norte desde el embudo, con el cielo gris oscuro y las montañas de alrededor, todas más bajas que la Sagra, cubiertas de verde con las cumbres pintadas de blanco y algún rayo de sol escapándose hacia el horizonte, eran sobrecogedoras. Saliendo del embudo nos envolvió una densa niebla y la temperatura bajó en torno a cero grados. El fuerte viento hacía que la sensación térmica fuera de frio extremo y nosotros íbamos con equipo de verano, sin abrigo ni guantes ni gorro. Llegamos al vértice geodésico en pésimas condiciones, con la cara aterida y las manos congeladas. Paramos el tiempo justo para hacer la foto y salimos disparados para abajo tomando el camino de vuelta por el collado de las víboras, bastante más suave que el embudo. Paramos a almorzar a mitad de camino, ya con sol y sin tanto viento. Llegamos al hotel a buena hora para darnos una merecida comida homenaje, menú degustación. La digestión la hicimos paseando por un tranquilo sendero hasta la fuente del Monaguillo. Para cenar ya estábamos en casa. Durante el viaje de vuelta a Valencia comentamos que nos había gustado y que era un buen sitio para volver con Javi e Isidre.
Y eso hemos hecho justo ahora. Hemos organizado la excursión en una sola jornada para invertir el menor tiempo posible, ya que es un bien tan preciado.
Salimos el sábado 11 al as 05.00 de la madrugada desde casa de Javi, en Alginet, en el volvo v50 de Pepe. Durante el viaje nos guió Nieves Concostrina a través del tomtom. A pesar de sus concisas y persistentes indicaciones, Pepe, que condujo todo el camino, se pasó un par de salidas y tuvimos que dar algún rodeo por caminos de cabras a la altura de Jumilla. A pesar de todo, a las 08.10 estábamos desayunando café con leche (colacao en el caso de Juan Luis) y tostadas con aceite de oliva virgen y tomate rallado en el bar discoteca donde habíamos pernotado Juan Luis y yo siete meses antes. Acto seguido fuimos a visitar a la panadera para ver qué nos contaba. Nos desilusionamos un poco al encontrar a una mujer distinta, supusimos que su hermana, que ni tenía los encantos de la primera ni la gracia ni tampoco pintas de querer entablar conversación con cuatro desconocidos, así que compramos una torta grande con nueces por 1,50€ y salimos directos hacia el hotel Collados de la Sagra. Dejamos el coche en la explanada del cortijo que hay a menos de 1 km pasado el hotel. Cuando llegamos, ya había varios grupos preparándose para subir, iniciamos el camino a las 09.00 a la par que un grupo que tomó la vía directa del embudo. Una vez pasados los campos de cultivo, tramo que se hace pesado al ser de tierra gris arcillosa muy húmeda y formarse grandes zuecos de barro en las suelas de las botas, nosotros nos desviamos a la izquierda para buscar el camino del collado de las víboras. Previamente, durante un momento discutimos si seguir por un sitio o por otro, pero descartamos el embudo porque pensamos que sin nieve se haría muy pesada la subida. La montaña estaba casi completamente despejada de nieve. Resulta curioso que en mayo la hubiéramos encontrado cubierta de nieve de mitad hacia arriba y ahora, en diciembre, apenas hubiera rastro de ella. Encontramos el desvío sin dificultad y seguimos la senda que esquiva sinuosa los pinos, encinas y majuelos del camino, aún con el fresco de la mañana pero ya entrados en calor. Primera parada a quitar capas de ropa, seguimos en camiseta de manga larga. De pronto el bosque queda cortado por una impresionante pedrera que cae casi en línea recta desde lo alto de la montaña que puede tener más de 400 mts de longitud. En este punto el camino desaparece y, de forma intuitiva – o más bien instintiva –, empezamos a girar hacia arriba buscando la vertical pero evitando adentrarnos en la pedrera, lo que nos llevó a perder definitivamente el camino que en realidad continúa al otro lado de la pedrera pero desde la parte inferior y, desde ahí va buscando en diagonal hacia la izquierda el collado de las víboras. Cuando quisimos darnos cuenta, habíamos ascendido casi en vertical por el lateral derecho de la pedrera, siguiendo lo que a veces nos parecían trazas de senda y que en realidad eran paso de cabras montesas, al final salió el instinto rotovator: si las cabras pasan, nosotros también. Cruzamos la pedrera ya en la parte alta donde desemboca el camino del collado de las víboras de nuevo, antes del escalón de rocas que da paso a la loma cimera.



El día era espléndido, pero caminando por la loma en busca de la cumbre, corría un vientecillo que al pararnos junto al vértice geodésico a tomar algún bocado nos obligó abrigarnos. La pena es que había poca visibilidad a pesar de estar casi despejado y apenas se intuía Sierra Nevada al suroeste. Aún así, las vistas merecían la pena. Esta montaña tiene una orografía muy alpina y al tratarse del punto más alto entre Sierra Nevada y Pirineos, en línea recta, ofrece espectaculares vistas, hacia el norte, con buena visibilidad, se puede observar la sierra de Cazorla, Segura y las Villas y detrás Sierra Morena y Sierra Nevada y las sierras sur de Granada y Almería, incluido el observatorio de Calar Alto, por el sur. Arriba coincidimos con algunos grupos, entre ellos tres murcianos que dejaron su dedicatoria en libro de firmas antes que nosotros. La nota de color la puso una manada de cabras montesas que cruzaron la loma dando saltos en fila india en dirección de sur a norte, a unos cincuenta metros de donde estábamos sentados. El camino de vuelta lo hicimos por el collado de las víboras, ahora sin perdernos. A las 14.00 estábamos en el hotel Collados de la Sagra dando cuenta de nuestra esperada comida homenaje.
El viaje de vuelta no se hizo pesado. Condujo Isidre todo el camino y a las 21.00 ya estábamos cada uno en nuestra casa. Una bonita excursión que nos hemos prometido repetir en primavera, cuando haya nieve, para practicar la progresión por corredores de nieve.

Travesía Pirineos Sant Maurici-Aigüestortes


Rotovator de Foc – Julio 2009

23/07/09 - Jueves
20:30 Salida de Riba-Roja en el nuevo volvo V50 de Pepe y su nuevo navegador tomtom XL
21:30 Parada a cenar en el C.C. La Salera de Castellón
03:30 Llegada a Espot. Después de dar una vuelta por el pueblo buscando dónde echar una cabezadita hasta el amanecer decidimos continuar hacia el parking de Sant Maurici.
03:45 Llegada al Parking. Dormimos en vicvac al lado del coche bajo los árboles, cerca de los servicios. La zona está bien cuidada. No hacía frío y conciliamos rápidamente el sueño.
08:00 Nos levantamos y desayunamos. Hervimos agua en el infiernillo de Isidro y preparamos la leche (condensada) con nesquik y galletas maría. Cuando ya habíamos terminado de desayunar y estábamos recogiendo, vino la guardesa del parking y nos advirtió muy seriamente que “Dormir no se puede aquí”, a lo que contestamos que no era nuestra intención quedarnos a dormir.

24/07/09 - Viernes
08:30 iniciamos la marcha hacia el Estany de Sant Maurici por el sendero llano de madera flotante que sale desde el mismo parking a la derecha de la carretera y serpentea entre la sombra de grandes pinos y abetos (1.690m). Es un agradable paseo apto incluso para carritos y sillas de ruedas. Al cruzar el río, el paseo de tablones pasa a ser senda normal ganando altura paulatinamente. El bosque se despeja y las vistas sobre el valle a esa hora de la mañana reconfortan y animan a pensar en lo que vamos a disfrutar durante tres días caminando por las montañas.
Antes de llegar al Estany de Sant Maurici nos detuvimos en una fuente que hay a la derecha del camino, delante de una ermita refugio adosada a la pared vertical de la montaña. Paramos a descansar un rato y a hacer las primeras fotos. Solamente hemos traído una cámara nueva compacta (Olympus) de Pepe que está casi sin estrenar y casi sin batería y no sabemos lo que nos va a durar. La puerta de la ermita tiene una mirilla parar ver a la virgen blanca, cuya figura no hace honor al nombre. La zona del refugio tiene la puerta abierta. Nos asomamos y no está mal, como siempre, algo de basura y tizne de lumbre. Nos sentamos un rato en el porche a tomar el sol, que a esa hora aún se agradece. Vemos un condón usado en el suelo, lo que nos llama la atención y nos lleva a imaginar escenas rocambolescas.
Continuamos nuestro camino, que ahora va empinándose poco a poco. Nos desviamos hacia la izquierda del lago de Sant Maurici (1.930m) en dirección al refugio, pero lo pasamos de largo sin verlo. Seguimos ascendiendo y las vistas del lago, hacia atrás, son espectaculares.

A media mañana paramos en una explanada que forma el riachuelo, antes de llegar al collado del Portarrón, a tomar un bocado y descansar. Empezamos a ver las primeras vacas y algunos excursionistas también. Pasamos el collado del Portarrón (2.424m), una zona con orografía muy suave, el paisaje que forman las verdes praderas junto a las blancas nubes del cielo recuerda un escritorio de windows xp. Más vacas y alguna charca ya seca pero con humedad en el suelo aún. Para la fecha en la que estamos hay mucha humedad por todas partes, apenas se ven restos de neveros en las partes más altas, pero rezuma por todas partes el agua que destilan. Esa abundancia de agua, por suerte, nos acompañará durante toda la travesía, lo que la hace muy placentera, además de evitar tener que cargar grandes cantidades de agua para la jornada.
Una vez pasado el collado, enseguida vemos el Estany Llong de Aigüestortes al fondo del valle. Este era nuestro destino para hacer noche el primer día.
Desde que comenzamos a andar estamos dentro del Parque Nacional de Sant Maurici, que dispone de unas normas de conservación muy estrictas. No está permitida la acampada ni la pernocta, ni siquiera en vivac. Esto lo sospechábamos pero no tuvimos la certeza hasta finalizar la travesía.
Al organizar la salida, unas dos semanas antes, intentamos reservar en los refugios por los que preveíamos pasar, que forman parte del circuito Carros de Foc, pero no había plazas libres y además los precios nos parecieron caros (unos 45,00€ media pensión x persona, ¡más que una habitación doble en un hotel de 3 estrellas!, si contamos dos personas). Está muy bien que protejan los espacios naturales, pero siempre queda la sospecha de que se aprovecha esa restricción para pasarse con los precios de los refugios, única forma permitida de hacer noche en el parque. Els catalans de les pedres trauen pans. Nosotros salimos con la idea de acampar en tienda y así lo hicimos las tres noches y aunque no tuvimos un especial cuidado por escondernos, sí tuvimos suerte de no encontrarnos personal del parque, supongo que nos habría caído una multa de habernos visto montar tienda por ahí. Dicho esto, hay que aclarar que la tienda la montábamos a última hora de la tarde, sobre las 21.00 y la desmontábamos al levantarnos, sobre las 08.00 y al abandonar el lugar de la pernocta nos asegurábamos muy bien de no dejar ni rastro de nuestra presencia allí, no por las restricciones del parque sino por la propia naturaleza.
Volvamos a la ruta. Al pasar el collado del Portarró (2.424m), después de los primeros zigzags paramos a descansar en una zona de grandes piedras y árboles bonsái. Desde allí empezamos a planificar el resto del día y la ruta que íbamos a tomar a la jornada siguiente.
Isidro planteó la idea de atajar por la ladera de la izquierda sin perder altura en lugar de bajar hasta el valle, pasar por el refugio del Estany Llong y volver a subir para tomar el GR11. No estábamos seguros de que pudiéramos avanzar por donde pretendíamos pues había tramos que no estaban a la vista. Mirando el mapa y dándole vueltas al asunto al final decidimos tomar dirección sur hacia la Coma dels Pescadors; según el plano, había un sendero que discurría entre lagos y nos pareció una buena ruta. Solamente teníamos que encontrar el punto de partida del sendero, que no debía andar lejos de donde estábamos. Tras complejos cálculos con la brújula y el mapa no sacamos nada en claro. Por un lado parecía que teníamos que retroceder unos 500 mts, pero por otro parecía que teníamos que seguir la ladera de la montaña que quedaba justo detrás. Al final, tomamos esta última dirección apartándonos del camino principal por el que habíamos llegado hasta donde habíamos parado. Al cabo del rato lo que parecía marca de paso de ganado se consolidó como senda, aunque muy poco definida. Cuando nos quisimos dar cuenta estábamos al pie del primer lago, Bassa de les Granotes. Nos alegramos porque esto confirmaba, según el mapa, que habíamos tomado la dirección correcta y el paisaje cada vez era más salvaje. A los 2.300 mts de altitud que nos encontrábamos, los únicos árboles capaces de vivir son los pinos negros, que tienen un porte noble y robusto, aunque había muchos de ellos de los que solamente quedaba el tronco seco, a veces en su posición original vertical y otras caídos en el suelo. Nos llamó la atención que hubiera tantos troncos secos, no parecía ser obra de rayos por la cantidad ni de aludes por la dispersión, podría ser alguna plaga o enfermedad. Nos quedamos con la duda.
Después de bordear la Bassa de les Granotes, una subida repentina y bajada inmediata, tras la cual cruzamos un riachuelo y decidimos que aquel sitio era ideal para acampar. Al fondo, al otro lado justo del lago, estaba el Coll Nord de Subenuix, desde donde se asomaban algunas personas y desaparecían inmediatamente, a esa distancia no sabía si era la misma persona o cada vez uno distinto. Pensamos que haría mucho viento allí arriba. Dejamos las mochilas y dimos una vuelta por la zona. Vimos el Estany Nere, impresionante, encajonado en las paredes de la Sierra de Subenuix. Era temprano, sobre las 13.00, habíamos terminado la marcha mucho antes de lo esperado, nos refrescamos los pies en el río y después comimos algo, dormimos una siesta express al solecito y aún nos quedaba toda la tarde por delante. Cuando ya no hacía tanto calor dimos un buen paseo hasta el siguiente lago, más pequeño que el Estany Nere y sin nombre en el mapa (2.366m), era el camino que tendríamos que andar al día siguiente. A la vuelta pasamos el rato haciendo un poco de escalada libre por las rocas, viendo las truchas del Estany Nere y haciendo cábalas de cómo llegarían hasta tan alto. Luego nos aseamos en el río, en una poza spa con cascada y todo. El agua no estaba excesivamente fría y se podía tolerar. Antes de que se pusiera el sol cenamos a la orilla del río riquísima sopa de sobre, embutido y queso. Montamos la tienda, nuestra mejor compra rotovator, y la temperatura empezó a bajar rápidamente. Aún había claridad cuando estábamos dentro del saco. La primera noche, como siempre, dormimos mal, el suelo estaba inclinado y lleno de altibajos. Pepe y Juan Luis le dieron una buena serenata de ronquidos montañeros a Isidro, que ni chasquiendo la lengua consiguió callarles.

25/07/09 – Sábado
El plan para hoy era continuar dirección sur y luego desviarnos hacia el este para alcanzar el pico Subenuix desde el collado más próximo. El Subenuix no es un tresmil pero casi, mide 2.949m y tiene una bonita forma piramidal y pensábamos que las vistas merecerían la pena la subida, por lo que habíamos decidido subirlo. El inconveniente era que no sabíamos lo que nos íbamos a encontrar por el camino. Lo único que sabíamos es que en el mapa había una senda de puntos que partiendo desde del segundo de los Estanys dels Gavatxos llega hasta el collado y luego sigue por lo que parecía una cresta. Desde abajo no parecía muy complicado. Una vez alcanzada la cima ya decidiríamos qué dirección tomar, si hacia el oeste al collado dels Gavatxos o al este hacia los Estanys de la Muntanyeta.
Nos levantamos un poco maltrechos. Para el desayuno hervimos agua y preparamos leche condensada y Nesquik acompañado de galletas maría, lo millor del mon y nudles de chocolate. Partimos por el camino que ya conocíamos de la excursión de la tarde anterior y pronto alcanzamos los lagos dels Gavatxos, que son tres seguidos encajonados entre el Tossal de la Muntanyeta y el Pic de Subenuix. El camino apenas está marcado pero podemos seguir bien la dirección gracias a los mojones de piedra que la gente va dejando. A veces estos mojones están en el sitio más evidente y luego, donde no sabes para dónde ir, no ves ni uno. Nosotros aportamos nuestro granito de arena recomponiendo algunos y colocando incluso algunos nuevos. Al llegar al inicio del segundo lago, desde donde partía la senda hacia el collado del Pic de Subenuix, en perpendicular a nuestro camino, paramos a descansar y disfrutar el entorno y del increíble paisaje (2.548m). Buscamos algún indicio de senda o marcas de piedra que nos indicaran la subida pero no vimos ni rastro, así que dedujimos cuál era la vía más accesible y comenzamos a subir. Al principio no hubo problema, se ascendía bien entre las grandes piedras caídas en la ladera. Al llegar al canchal que hay debajo de las paredes de la montaña, la cosa fue empeorando más rápido de la cuenta. Seguíamos sin rastro de camino, íbamos en rotovator, cómo no. Un poco más arriba, una manada grande de Sarrios nos miraba atónitos, aónde irán estos parecían pensar. Cuando se aburrieron de observar con sorna nuestro torpe avanzar de humanos, descendieron por la parte opuesta de la pedrera haciendo un gran arco. Las piedras estaban muy sueltas y el terreno se iba inclinando cada vez más. Cuando estábamos tocando la pared aun quedaba el peor tramo hasta alcanzar el collado (2.777m). El sol empezaba a asomar en ese momento por la abertura y las piedras se deslizaban continuamente bajo nuestros pies. Desde la pared salían algunos corredores directamente hacia arriba pero pensamos que era más seguro continuar por el pedregal hasta el collado esperando encontrar allí una vía que ascendiera al pico por la cresta. Al penoso avance se añadía una visión de grandes pedruscos muy descompuestos por encima de nosotros que no auguraba nada bueno. Por fin alcanzamos el collado. Nos recompusimos de la penosa subida y al estudiar la posible subida, tardamos muy poco tiempo en concluir que era una locura intentar alcanzar la cima por esa cresta, formada por inmensos peñascos, grandes grietas y vacíos. Descartado el pico estudiamos el valle bajo nuestros pies para decidir la dirección a tomar. Lo más evidente era un collado bajo y amplio justo al otro lado del valle, pero quedaba más bien hacia el norte y nosotros debíamos ir directamente hacia el sur, luego lo descartamos. Tomamos dirección este esperando que al girar la loma norte del Subenuix viéramos el collado que debíamos cruzar para acceder a los lagos de la parte sur. En la cara norte del Subenuix había unos escaladores ascendiendo por una enorme grieta vertical. Los rebasamos y al girar vimos un primer collado con algo justo en medio que, desde donde estábamos parecía una webcam que quisiera vigilar las andanzas de los montañeros. Más al sur vimos otro collado, pegado al Subenuix, éste sin webcam. Aunque éste último era más alto, quedaba más en la línea de nuestra dirección, por lo que nos dirigimos directamente hacia él por un enorme canchal siguiendo los mojones que marcaban un camino invisible. Confiados en que era la ruta adecuada subimos ya con la tranquilidad de haber pasado lo peor. La ladera que nos esperaba al otro lado tenía que ser por fuerza más suave. Agotados por el esfuerzo de los últimos tramos y el calor alcanzamos el collado (2.820m). La primera impresión fue buena porque la vista era de un valle amplio con varios lagos en el centro, justo lo que esperábamos. Ya se hacía un poco tarde, pero merecía la pena bajar hasta los lagos y comer allí tranquilamente. Solo había un pequeño inconveniente, cuando nos pusimos a andar no vimos ni camino, ni senda ni nada que se le pareciera. Aquello parecía tierra virgen. Nos resultó un poco extraño que habiendo sido guiados hasta allí arriba por los mojones ahora, de repente, no hubiera ninguna marca de que por allí hubiera descendido nadie jamás. Justo a nuestra izquierda había un picacho y al otro lado parecía que el terreno era más adecuado para iniciar el descenso, así que nos dirigimos hacia allá y empezamos a bajar por una ladera terrosa con hierba que pronto empezó a cerrarse en forma de embudo que acababa en una chimenea casi vertical, cuyo final se perdía de nuestra vista. Demasiado arriesgado seguir bajando por allí. Volvimos a subir hasta el collado para estudiar más detenidamente la situación. Y la situación empezaba a no gustarnos nada, la pendiente de la ladera era muy vertical y el suelo de tierra resbaladiza. Intentamos avanzar lateralmente con mucho cuidado hacia nuestra derecha. Al llegar a las primeras rocas fuimos realmente conscientes del peligro que suponía descender por allí. Estábamos en lo alto de una trampa con forma de embudo. Dudábamos entre bajar haciendo zigzag o en línea recta. Bajar en vertical en una pedrera normal tiene la ventaja de vas más rápido pero en esta el problema es que la arena no cedía al pisarla y la sensación era de resbalar continuamente y sin un obstáculo por debajo que nos detuviera. Así la cosa decidimos bajar agarrándonos a las rocas laterales. Fuimos perdiendo altura poco a poco pero no la sensación de peligro. Las rocas eran de granito totalmente descompuesto y cada vez que poníamos una mano sobre algún resquicio, recibíamos un limpio corte más o menos profundo. Tampoco las piernas quedaban indemnes con los roces, sobre todo Isidro y Juan Luis que iban en pantalón corto. Ya llevábamos un buen rato y aún nos quedaba casi toda aquella pedrera infernal que parecía no tener fin. Comenzábamos a desesperarnos y hubo momentos de apuro. Después de más de una hora de bajada llegamos agotados al nivel del primer lago con cortes y sangre en manos, brazos y piernas pero aliviados por haber terminado la pesadilla de la pedrera.


Buscamos un buen sitio para comer a la orilla del lago. Nos relajamos un rato después de la dura mañana. Reconfortaba el agua fría bañando los maltrechos pies. Se estaba bien al sol, hacía calor, pero no demasiada.
Llevábamos más de 24 horas sin cruzarnos con nadie por el camino.
Después del descanso discutimos sobre que camino tomar. Sacamos nuestro plano de la editorial Alpina (original porque en esta ocasión no nos dio tiempo de escanearlo e imprimir una copia) y no nos poníamos muy de acuerdo en el rumbo a tomar, teníamos como destino de la jornada acercarnos al siguiente refugio. Tras un buen rato tratando de ubicarnos con el plano sacamos la conclusión errónea de que estábamos en los Estanys de La Muntanyeta cuando realmente nos encontrábamos en el Estany de Castieso. Y desde el error previmos andamos un buen creyendo que íbamos por otro sitio cuando en realidad estábamos siguiendo el GR11 hacia el Estany Tort. Al poco tiempo de caminar comenzamos a ver las primeras personas, lo que aún nos sorprendió, pasamos por delante del refugio que hay en el desagüe del Estany de Mariolo, que es bastante llamativo porque está construido por un murete que rodea por debajo una inmensa roca caída de lo alto de la montaña y apoyada sobre otra más pequeña. Nos asomamos y vimos unas mochilas al lado de la puerta pero no había nadie dentro, no estaba mal, pero no tenía más de 1,50 m de altura, lo que lo debía hacer incómodo para estar mucho rato allí dentro, pero para resguardarte de un aguacero estaba bien. Ya caía la tarde cuando nos acercábamos al Estany Tort cruzándonos con algunas personas y fue ahí, al ver la inconfundible forma del lago donde nos dimos cuenta de dónde estábamos en realidad. En parte fue un alivio por ubicarnos con seguridad pero por otro lado nos fastidiaba la idea de habernos equivocado tan tontamente, ahora, mirando sobre el mapa, se veía claramente el despiste de no haber identificado los lagos con la gran diferencia de tamaño que había entre unos y otros. Buscábamos a esa hora un sitio para pasar la noche, nos desviamos a nuestra derecha a la altura de la pared de represa del Estany Tort descendiendo hacia un riachuelo que se veía al fondo. A los pocos minutos llegamos a una llanura en el fondo del Barranco de la Lora, era un sitio perfecto, con un suelo nivelado y mullido de hierba, con el río justo al lado. Montamos tienda y nos aseamos un poco en el río. Isidro se lavó perfectamente. Aprovechamos los últimos rayos de sol para tumbarnos un rato y relajarnos. Estábamos rodeados de arroyos de agua limpia y las ranas saltaban de uno a otro con toda la parsimonia, sin importarles nuestra presencia, se dejaban coger sin más, es increíble que aun queden especies animales que no desconfían del ser humano. Hoy también habíamos tenido suerte con el sitio. Dimos un agradable paseo hasta la parte alta del barranco, siguiendo el curso del río. A la vuelta cenamos nuestra exquisita sopa de sobre y algo de fiambre. La noche la pasamos considerablemente mejor que la anterior.

26/07/09 – Domingo
Nos levantamos temprano, desayunamos, recogimos la tienda y deshicimos el camino hecho la tarde anterior hasta alcanzar el lago retomando el GR11 por la orilla dirección sur. Al poco tiempo vimos unas construcciones en ruinas de lo que pareció ser en centro desde donde se construyeron los muros de embalse para incrementar la capacidad de embalse de los tres o cuatro lagos naturales de esa zona y después de las ruinas custodiadas por un rebaño de apacibles vacas montaraces, siguiendo el camino por la orilla del lago andamos por una especie de vía de tren en miniatura, la separación entre los raíles no debía ser mayor de 50 cm. Nos preguntábamos cuál sería la función de ese miniferrocarril en desuso que serpenteaba sorteando pedruscos y desniveles por delante de nosotros hasta donde alcanzaba la vista. Al llegar a La Portella (2.290m), al final del lago vimos a la otra parte de un tremendo circo con un lago al fondo, un edificio que no sabíamos si era un refugio o un chaletazo de millonario. Al lado del lago se veían algunas construcciones y un parking, el desnivel era impresionante. Nuestro camino se desviaba a nuestra izquierda, hacia el oeste ganando altura poco a poco. Más adelante compartimos el camino durante un buen trecho con cuatro vacas que se ve que estaba haciendo el mismo trekking que nosotros porque no se salía en ningún momento de la senda y claro con lo gordas que estaban y la estrechez del terreno, no había forma de adelantarlas. Llevaban buen ritmo, pero el nuestro era un poco más rápido así que no pusimos a chupar cola hasta que conseguimos espantarlas en una curva pronunciada donde se salieron a tomar un descanso y pastar antes de continuar con su excursión y así nosotros pudimos continuar con la nuestra a nuestro ritmo, por fin. Al poco llegamos al refugio de Colomina que lo dejamos a la derecha, nuestro camino seguía hacia la izquierda bordeando el Estany de Colomina. Paramos a descansar un poco más adelante a orilla del lago. Hacía calor y tomamos algo de líquido. Nos impresionó la transparencia del agua de aquel lago y la bonita estampa que formaba con el refugio cortando el horizonte entre el lago, las montañas y el cielo completamente azul.

Mientras descansábamos nos adelantaron varios grupos, entre ellos zapatitos de cristal y su acompañante. También nos adelantarlo a lo largo de la jornada varios personajes que iban solos a una marcha bastante más rápida que nosotros. Téngase en cuenta que al no estar permitido pernoctar en el parque, la gente lleva una mochila de ataque con el peso justo mientras que nosotros llevábamos la tienda, la comida para tres o cuatro días y el resto de bártulos. Al final del lago, una corta subida sorteando un muro de represa que lo separa del siguiente, el Estany de Mar, algo más elevado (2.426m). Este lago era más grande y al fondo estaba rodeado de una gran ladera en la que se divisaba la fuerte subida que nos esperaba. La subida era prácticamente una línea recta casi vertical, se ve que en lugar de hacer un zigzag que hubiera sido lo normal, han aprovechado alguna subida que en su momento se debió emplear para las obras de represa. Al final de la pesada rampa nos encontramos con el Estany de Saburó que tiene un perímetro con marca de nivel de agua muy alto, casi al nivel del collado pero realmente tenía muy poca agua, se ve que tiene alguna fuga y ha perdido gran cantidad, volviendo posiblemente al estado original del lago antes de que lo recrecieran artificialmente. La subida hasta el Collado de Saburó (2.667m), al otro lado de la cuenca, se nos hizo también muy pesada por el cansancio acumulado, el calor y el fuerte desnivel. Una vez alcanzado, descendimos hasta el próximo Estany del Cap de Port (2.527m) y comimos en la orilla. Hacía calor pero se estaba bien al lado del agua, incluso corría una brisa fresca. Nos remojamos un poco los pies para tonificarlos, la baja temperatura del agua tampoco permitía más alegrías. Recuperados los ánimos y satisfechos los estómagos, retomamos nuestra etapa cuyo punto final no teníamos aún muy claro cuál sería pero como mínimo había que alcanzar el refugio José María Blanc. Tras una corta subida, al rebasar el lago iniciamos una suave bajada hasta una zona más o menos llana, repleta de pequeños lagos y arroyos tortuosos de aguas cristalinas que recuerdan a Aigüestortes. Seguimos las indicaciones hacia el refugio y un poco más adelante nos encontramos con una bajada vertiginosa entre pinos para dar de bruces en el Estany Negre de Peguera, también recrecido artificialmente y con el agua en su nivel máximo. Pasamos tangencialmente por la orilla norte del lago y tras una corta pero matadora subida encontramos la pista que llega hasta una central eléctrica y un poco más adelante el refugio, a orillas del Estany Tort de Peguera (2.318m). La estampa era idílica, el refugio un edificio de tres plantas de piedra con techos del pizarra al estilo alpino, faltaban los geranios rojos en las ventanas. Nosotros, cómo no, pasamos de largo. La gente que estaba alojada en el refugio tomaba el sol a orillas del lago como en un hotelito de montaña suizo. Claro que nadie se atrevía a meter un dedo en el agua, a pesar del calor. Nosotros ya estábamos agotados de esta jornada que se nos hacía más bien larga y también descansamos un buen rato a la orilla del lago a la sombra de los pinos, junto al camino ahora ya convertido en pista forestal para que los land rover puedan llevar a los turistas a alojarse sin demasiadas molestias desde Espot hasta el refugio. Los cientos de crías de truchas se apretujaban en las pequeñas playas que se forman en la orilla del lago, donde el agua debía estar a algún grado más que aguas adentro. La pista rodea el lago dirección norte y luego continúa en una eterna bajada formando eses hasta llegar hasta la llanura del Estany de Lladres. Buen lo de Estany era un decir. Aquello era el lecho seco de otro lago recrecido artificialmente en su momento. Dejamos las mochilas y oteamos la zona en busca de un sitio para montar tienda. Después de dar muchas vueltas no nos convencía nada. Con la suerte que habíamos tenido los dos días anteriores, ahora lo menos malo estaba justo al lado de la pista. Justo al final, tras dar otra vuelta encontramos un sitio que resultó estar muy bien. Estaba cerca del camino pero oculto a la vista, en un rellano que había sido la entrada a una casa de piedra de la que solo quedaban dos medias paredes y un montón de piedras alrededor con las que nos hicimos asientos y mesa para la cena. También tenía un pequeño arroyo de agua limpia justo al lado. Era perfecto, si no hubiera sido por la inmensa cantidad de mosquitos que había, nos atacaban por decenas y no había forma de espantarlos. La picadura no es tan fuerte como los mosquitos normales pero al ser tantos, se hacía muy molesto. Juan Luis fue el que más picaduras recibió de los tres, debe tener la sangre más dulce. Ahora que ya estábamos tranquilos y contentos por haber encontrado un buen sitio para pasar la noche, montamos nuestra supertienda, la mejor compra Rotovator, y nos aseamos. Luego nos fuimos a dar un paseo por el camino que teníamos que tomar a la mañana siguiente para llegar al parking. Desde donde estábamos, sale otro camino que va directamente a Espot. Estuvimos más de una hora andando entre ida y vuelta por una senda que curiosamente era totalmente llana, iba bordeando la ladera sin variar el nivel, la razón es que estaba hecha sobre una conducción de agua que alimenta unos embalses más abajo en el valle. A la vuelta cenamos y después a dormir como benditos después de la dura etapa.

27/07/09 – Lunes
Este era nuestro último día de travesía. Tras levantarnos, desayunar y recoger la tienda dejamos todo tal y como nos lo encontramos el día de antes, incluidas las piedras que nos habían servido de mobiliario. Incluso regamos las plantas que habíamos aplastado con la tienda para que se recuperaran más rápido. Tomamos el camino que ya conocíamos de la excursión de la tarde anterior en dirección al parking. En menos de dos horas llegamos a nuestro destino. Contentos por haber alcanzado nuestro objetivo, haberlo pasado bien y agradecidos por el buen tiempo que nos hizo los tres días. Al llegar al coche y acoplar las mochilas, Pepe echó en falta su teléfono móvil que lo llevaba en la mochila apagado por si hacía falta por alguna emergencia, como es habitual. Vació la mochila entera mirando una a una todas las cosas que llevaba dentro pero el móvil no apareció. Lo sintió más que por la pérdida del aparato, por la contaminación que suponía ese teléfono allí donde quiera que estuviera en la montaña. Ya no se podía hacer nada, así que metimos todas las cosas en el maletero y bajamos a Espot donde paramos a tomarnos un reconfortante café con leche y a llamar a la familia. A las 14.00 paramos a comer en Montblanc, en el Molí, y nos hicimos una estupenda comida homenaje. Sobre las 20.00 estábamos de vuelta en casa.

(El teléfono móvil de Pepe apareció esa misma noche dentro de la bolsa de aseo. La montaña queda libre al menos de esta agresión)

Alcazaba Sept/08. ¡Al fin!

Por fin el día 20 de septiembre de 2008 hemos puesto nuestros pies sobre el pico de La Alcazaba (3.364 m). Esta vez hemos cambiado el intinierario. Nuestro recorrido comienza en Capileira el día 19. A las 15:00 tomamos el autobús de montaña que nos deja en el mirador de Trevelez y desde allí vamos andando hasta la laguna de La Mosca por el collado del Ciervo. Hacemos noche en la orilla oeste de la laguna y a la mañana siguiente intentamos acceder por las paredes del Mulhacén y la Alcazaba en dirección a ésta. Después de muchas dudas a lo largo del camino accedemos al collado de Siete Lagunas, bastante más al sur de lo que esperábamos, pero por otro lado vemos que la explanada de Siete Lagunas es un sitio ideal para montar tienda y pasar la noche. Dejamos las mochilas detrás de unas rocas y subimos hacia el Alcazaba por la loma de Culo de Perro. A las 13:00 llegábamos a la cumbre, lo que casi nos emocionó después de dos intentos desde el norte. Comimos tranquilamente en la ventosa cima y volvimos a Siete Lagunas donde hicimos noche en la tienda. Al día siguente (domingo 21) emprendemos camino tranquilamente hacia el mirador de Trevelez rodeando la Loma del Mulhacén por el camino bien señalado pero con intensa niebla. A las 12:00 tomábamos el autobús de vuelta a Capileira donde comimos con todo lo que nos había sobrado de la travesía. Volvimos a Valencia satisfechos por haber estado por fin en el Alcazaba y por haber dormido dos noches seguidas a casi 3.000 m, lo que nos servía de entrenamiento para nuestra siguiente gran aventura: el Island Peak.

Alcazaba 2008

Se resiste. La Alcazaba alza su inexpugnable muralla ante nosotros una vez más.
Éste es el segundo intento de alcanzar la cima de la Alcazaba desde el refugio Postero Alto.

Jueves 22 de mayo de 2008. Preliminares.
Por fin tenemos plan montañero para el fin de semana. Después de varias cancelaciones a Pirineos por culpa de la amenaza de lluvia, ante la confirmación de previsión de lluvias otra vez en el norte, decidimos cambiar diametralmente de rumbo. Sierra Nevada encierra un reto para Rotovator: hacer cima en la Alcazaba saliendo desde el refugio Postero Alto. La primera vez, en diciembre de 2007 lo intentamos en una sola jornada, en esta ocasión nos quedamos en el Atalaya, uno de los tresmiles previos. Desde allí dimos la vuelta para hacer noche en las lagunas y regresar a casa al día siguiente convencidos de que era necesario más tiempo.
Ahora acometemos de nuevo el reto disponiendo de un día más. El jueves ya lo teníamos todo claro menos la hora de salida. Nos costó más de lo habitual concretar una. Inicialmente habíamos pensado salir después de cenar para conducir de noche y al amanecer empezar a hacer camino, pero luego pensamos que eran solamente cuatro o cinco horas de viaje y que nos sobraría mucho tiempo, así que decidimos salir de madrugada. Javi y Juan Luís acordaron salir a las 4:30, pero cuando se lo comunicaron a Pepe a éste le pareció demasiado tarde y propuso las 3:00. Tras acordar el nuevo horario y encargar la compra a Juan Luís, una cuestión doméstica provocó un nuevo cambio repentino y definitivamente quedaba prevista la salida para las 6:00.

Viernes 23 de mayo de 2008
Después de tanto esfuerzo preparatorio, el viaje comenzó accidentado. Pepe se despertó a las 6:00, hora prevista de salida desde casa de Javi, en Alginet. Como consecuencia, cuando salíamos realmente eran más de las 7:00, con el sol ya bien alto y las carreteras llenas de vehículos que transportaban a sus conductores al trabajo. Extraña, pero agradable sensación la de estar de vacaciones cuando para la mayoría de la gente es un día normal de trabajo.
En el Pathfinder de Javi, Javi conduciendo y Pepe. En el C-max de Juan Luís, él mismo. ¿Por qué en dos coches si éramos tres? Porque Juan Luís tenía que quedarse en tierras andaluzas por cuestiones laborales toda la semana siguiente. Hicimos de un tirón Alginet - Algún pueblo de la provincia de Almería, algo desviado de la A92, donde paramos a almorzar tostadas con jamón y bocata de chorizo en una terraza al cálido sol de la mañana. En Guadix nos metimos en el entramado de callejuelas del centro, incluida dirección prohibida y marcha atrás los dos coches, uno detrás de otro. Por fin encontramos la tienda de deportes donde Pepe compró una esterilla porque la suya, con las prisas, se quedó en casa. Luego seguimos camino a Jeréz(s) del Marquesado, donde dejamos el C-max en frente del cuartel de la Guardia Civil. Continuamos con el Pathfinder por la pista que lleva al refugio. No había nadie en el refugio, estaba cerrado y el aparcamiento vacío. Solo habíamos visto un turismo un par de kilómetros atrás donde la pista se confunde con el cortafuegos y se hace casi impracticable.
Eran las 13:00 cuando empezamos a andar. Tomamos el camino de la loma. La ruta a seguir ya la conocíamos, de la vez anterior. Desde abajo veíamos las grandes manchas de nieve que aún quedaba en cotas más altas, deseosos de alcanzarlas. Íbamos pendientes de no perder el sendero y obsesionados por no cometer el mismo error de la vez anterior, giramos hacia la izquierda antes del desvío, aunque en esta zona no hay pérdida porque no desaparece de la vista la Piedra de los Ladrones (2.900), primer destino. Al poco tiempo de subida, ya apareció el primer contratiempo. Javi llevaba las botas rígidas de invierno nuevas (portábamos equipo de invierno: crampones y piolet por la nieve y hielo que esperábamos encontrar arriba). Las rozaduras aparecieron de forma casi inmediata. Tal fue la cosa que andaba con bastante dificultad. Paramos a tomar un bocado en lo que desde abajo parecía las Piedra de los Ladrones, pero era solo un anticipo (16:00). Juan Luís y Pepe se adelantaron a Javi, alcanzaron por fin la Piedra de los Ladrones y buscaron un hueco para protegerse del viento y esperar a Javi, que avanzaba ya muy lentamente. El plan era hacer noche en la vaguada del Puntal de Vacares, pero viendo la hora que era, nos conformábamos con montar la tienda en las lagunas. Tras un buen rato de esperar, Juan Luís y Pepe empezaban a preocuparse, incluso pensaban que si Javi iba tan mal habría que hacer noche allí mismo. Unos 500 mts más arriba un par de personas se movían entre unas rocas, a la hora que bajaban debían haber hecho noche arriba. Al rato, otra persona subía más o menos a mitad de camino entre Juan Luís y Pepe y los que bajaban. Parecía andar con dificultad. Y tanto, como que era Javi, que no vio a Juan Luís y Pepe y había pasado de largo. Le gritaron hasta que les oyó. Se sentó en el suelo a esperar. Cuano llegaron a donde estaba, Javi llevaba un rato hablando con la pareja, que le alcanzó antes. Efectivamente habían pasado la noche en el Puntal de Vacares y comentaban la cantidad de nieve que encontraron arriba. Nos deseamos mútuamente suerte y seguimos el camino.
Ascendimos la pesada loma cruzando ya algunas manchas de nieve alcanzando el paso entre el Puntal de Juntillas y Cerro Pelado, a 3097 mts desde donde divisamos todo el valle del Trevélez y a la derecha el Mulhacén, detrás del Alcazaba, confundidos entre las amenazantes nubes. Descendimos la ladera de piedra suelta que con el terreno húmedo no resultaba fácil hasta llegar al llano de Lagunas Juntillas (18:00). Montamos la tienda, esa tienda de invierno que es la mejor inversión de Rotovator hasta ahora, en un vicvac que formaba un círculo perfecto bien protegido por un murete de piedras y un suelo totalmente plano. El suelo estaba muy mojado y enseguida se formó un barrizal al pisar, por lo que Juan Luís acondicionó las zonas de acceso, alrededor de la tienda, con un enlosado de piedras estilo trencadís. Comenzaba a hacer mucho frío y las oscuras nubes nos caían literalmente encima. Cuando tuvimos todo recogido, nos tumbamos un rato dentro de la tienda, protegidos del frio, a descansar. Javi aprovechó para curarse las rozaduras de los talones, que tenían un tamaño considerable. A las 20:30 ya estabamos cenando la sopita de sobre, salchichón y queso, nuestro menú montañés preferido. A las 21:30 nos acoplamos en los sacos y nos dispusimos a dormir plácidamente. Poco duró la placidez puesto que al momento de caer en brazos de Morfeo se levantó un viento tremendo que no cesó en toda la santa noche. Javi y Juan Luís durmieron relativamente bien, pero Pepe pasó toda la noche despertándose por el ruido del viento y de lo que no era el viento. Incluso llegó a asomarse con la linterna fuera de la tienda al oir ruidos de animales alrededor de la tienda, y unas cuantas veces tuvo que arreglar los avances de la tienda porque el viento los soltó de la piqueta y volaban enloquecidos sobre el montón de marmitas, cubiertos, botas, botiquines y resto de enseres apilados en la puerta de la tienda. Había momentos en los que parecía que era la tienda completa con nosotros dentro lo que iba a salir volando.
Sábado 24 de mayo de 2008
Por fin el alba dejaba atrás una noche de infierno. A las 07:00 ya estábamos levantados. El viento se había retirado al amanecer en pero los primeros rayos de sol no conseguían subir la temperatura. El termómetro no alcanzaba los 0ºC. Animosos por haber conseguido madrugar más de lo habitual en nuestro caso, desayunamos batido de cacao fresquito con cereales, recogimos la tienda y los bártulos en un santiamén.
Nuestro programa para este día era alcanzar la cima del Alcazaba y retorceder lo máximo posible. Comenzamos a caminar sin seguir un camino, había dos opciones. La primera era tomar el fondo del valle del río Juntillas, casi en linea recta hacia el sur, lo que suponía perder bastante altura para luego recuperarla. La segunda era ir por la parte derecha, manteniendo más o menos la misma cota por la ladera, esto suponía más distancia pero nos pareció la mejor decisión. No había senda, aunque era fácil orientarse, siempre teníamos a la vista la cresta de los termiles a nuestra derecha y el río a la izquierda. El Alcazaba quedaba oculto tras el Puntal de Vacares (3.143). El trayecto era agradable. De vez en cuando cruzábamos alguna mancha de nieve. A la altura de la Cuneta de Vacares descendimos hasta cruzar la reguera que desagua de la laguna de Vacares, que quedaba más arriba, fuera de nuestra vista, sería las 10:00. Había bastantes regueros de agua de deshielo por todas partes. A esta hora ya no hacía frío. Teníamos que cruzar la pequeña terraza y rodear la Loma de Vacares tomando como referencia el peñón que veíamos justo enfrente nuestro. Era un canchal con bastante pendiente aunque no parecía presentar gran dificultad. Como no había camino, seguimos la regla de no perder altura.
Pepe se adelantó un poco. Javi caminaba el último con bastante lentitud a causa de las rozaduras, que ya se habían vuelto crónicas. Juan Luís iba en medio, cera de Javi. Al cabo del rato, Juan Luís se había quedado atrás. Pepe continuó un poco más hasta alcanzar una buen rellano para descansar un rato y tomar un bocado. Dejó la mochila y retrocedió un poco para estar a la vista y enseguida apareció Javi, un poco maltrecho. Soltó su mochila y Pepe fue a esperar Juan Luís en el mismo lugar que había esperado a Javi, unos metros atrás. No había pérdida posible, pero Juan Luís tardaba más de la cuenta. En la montaña hay que seguir siempre la regla de no perder de vista al que va detrás de nosotros, sobre todo cuando el camino no está bien definio o no existe, como era nuestro caso. Por seguros que estemos, el más mínimo incidente puede convertirse en un serio problema si no hay contacto visual con el compañero. Pepe se quitó la idea de un posible despiste y pérdida de Juan Luís porque prácticamente no había otro sitio por donde ir que por donde estábamos nosotros. Tardaba demasiado tiempo.
-¡Javi!, ¡Juan Luís iba muy lejos de ti!
-¡No!, ya debería estar aquí.
-¡Joder! pues no lo veo por ninguna parte. No se puede haber perdido, pero voy a retroceder a ver si le veo.
-¡Vale, yo espero aquí!
Aquello no era normal, Pepe comenzó a llamar a voces a Juan Luís, pero no recibió ninguna contestación. La cosa no pintaba bien. No había ni rastro de Juan Luís por ninguna parte. No se podía haber esfumado sin más.
De repente, justo al fondo de la ladera, Pepe vió la figura de Juan Luís, ¡caminando en línea recta hacia el río! No era posible. Algo debía pasar. Al fin consiguió que Juan Luís le oyera pero era imposible entenderse a esa distancia. Juan Luís le hizo gestos a Pepe para que ellos continuaran camino adelante. Pepe volvió corriendo hasta donde estaba Javi, un poco nervioso por no entender qué ocurria, le explicó a Javi la situación y decidieron salir lo más rápido posible en la misma dirección que había tomado Juan Luís.
Nada más cruzar la pequeña planicie, antes de adentrarse en el canchal, Juan Luís no vió la situación muy clara. Ladera muy pendiente, piedras grandes e inestables, sin camino definido, sin saber lo que encontraría al rodear la gran pared rocosa y con mucho retraso sobre el avanze previsto. Aquello empezaba a no gustarle nada. Su azavance se hacía más lento y enseguida perdió de vista a sus dos compañeros. Visualizó la peor situación: su ritmo retrasaría aún más la marcha del grupo. Analizó rápidamente la situación. Javi y Pepe iban a buen ritmo aunque con el tiempo muy justo. Si tenían que adaptar el paso al suyo seguramente no alcanzarían el objetivo. Por otro lado, el tramo recorrido del valle era muy abierto, sin árboles y con el lecho del río en el fondo siempre a la vista. No lo pensó más. Giró rápidamente hacia el río con la intención de esperarles en alguna llanura cerca del río. No les avisó porque sabía que si lo hacía, ellos desestimarían la opción de separarse y continuar.
Cuando Javi y Pepe alcanzaron a Juan Luís, éste llevaba un rato tumbado en la hierba, descansando. No hubo ningún comentario sobre el asunto una vez comprobaron que no había ningún problema físico. Descansaron un rato los tres y disfrutaron del impresionante paisaje. Una vez relajados y descansados decidieron pasear, sin las pesadas mochilas, hacia la Cañada de los Calderones, pero por una cota más baja sobre el valle, más asequible y con camino bien definido. Al girar la Loma de Vacares pudieron apreciar todo el conjunto del barranco y el Alcazaba al fondo, al oeste. Comprendieron que hubiera sido imposible alcanzar la cima del Alcazaba aunque hubiesen continuado. Así que a disfrutar del paseo y del paisaje. Otra vez sería. Tras hacer unas fotos y un rato de discusión sobre si lo que teníamos delante, a la otra parte del barranco era camino o reguera, dimos media vuelta sobre nuestros pasos. El pequeño catalejo de Javi, aunque no sirva para ver los cráteres de la Luna, nos valió para comprobar que se trata de una reguera. Una larguísima acequia que salía del fondo del barranco y parecía no acabar nunca, perdiéndose entre las sinuosas laderas de la montaña. Como la vida misma, siempre sabes de donde te trae pero no siempre a dónde te lleva (11:30). Volvimos al punto donde habíamos dejado las mochilas, decidimos que ya era la hora de la comida y tomamos un bocado sentados al lado del arroyo que en cascada iba buscando el río.
Tomamos el camino de vuelta sin prisa con el sol alto aún. Volvíamos por un nivel más bajo que la ida, pero en línea más recta. Al cabo de un rato pasamos por la orilla de una minúscula laguna circular de agua cristalina en mitad de la ladera. Nos sentamos a descansar un rato y el descanso se convirtió en reparadora siesta al sol sobre la hierba tíbia.
A las 16:30 decidimos parar y montar la tienda unos 500 mts antes de llegar a la lagunilla de la Majonera. Encontramos un buen sitio llano al cobijo de una roca (2900). La tarde no se presentaba tan desapacible como la noche anterior. Mietras preparábamos la cena recivimos una inesperada visita. Cuando Javi, que estaba preparando la sopa, dijo: hay una zorra delante de la tienda, Juan Luís y Pepe tardaron en reaccionar y cuando se asomaron no no daban crédito a la visión. Una zorra, a dos escasos metros de la tienda, inmóvil, miraba fijamente el cazo de sopa calentándose en el gas. Tenía muy mal aspecto, a saber el tiempo que llevaba sin comer. Estaba decidida a esperar por si caía algo, parecía no tener ningún miedo de las personas pero pesamos que era mejor no darle comida y la espantamos para que se alejara, aunque no fue fácil. Nos dio pena pensar en las malas condiciones que deben tener estos animales para acercarse de esa manera a mendigar a las personas.
La noche también fue ventosa, aunque no tanto como la primera, por fortuna. Al as 7:30 ya habíamos desmontado la tienda y antes de las 8:00 ya estábamos enfilando en línea recta el paso entre el Puntal de Juntillas y el Cerro Pelado (3097). Juan Luís y Pepe se adelantaron un poco, Javi arrastraba las rozaduras como podía. Al pasar la loma, la vista tras la Piedra de los Ladrones era un mar de nubes que zizagueaba siguiendo la forma de las montañas. Ahí Juan Luís y Pepe esperaron a Javi para no perderle de vista. Hacía mucho viento y el termómetro marcaba -5. Empezaron a preocuparse porque Javi no llegaba. Volvieron tras sus pasos unos cientos de metros y, al no verle, Pepe dicidió utilizar el pito de Juan Luís, dejándole el oído totalmente atronado. El caso es que Javi no respondía al pitido, pero al cabo del rato le vieron cojeando unos doscientos metros hacia el sur. Había desviado su trayectoria buscando una posición más cómoda para sus maltrechos pies. A las 9:00 habíamos alcanzado la Piedra de los Ladrones. El descenso se hacía cada vez más penoso. Javi cada vez iba peor y a Pepe comenzaba a fastidiarle bastante su rodilla izquierda. Hacia mitad de la Loma de Enmedio, Pepe y Javi intercambiaron sus botas con la esperanza de que a éste le dolieran menos las rozaduras y, sobre todo, el dedo gordodel pie izquierdo, cuya uña peligraba por enésima vez. Un poco más adelante, viendo que avanzábamos muy lentamente, Juan Luís tomó la delantera con la intención de llegar antes al coche, que ya veíamos, pero que aún quedaba lejos, para volver con las zapatillas de Javi. A esa altura nos cruzamos con un un matrimonio de guiris que subían.
Al llegar al aparcamiento, Juan luís se subió al Pathfinder de Javi, quitó la cadena que franqueaba la pista y se adentró en por la pista para acercárse hasta el inicio de la senda de la loma. Dejó allí el coche y subió hasta alcanzarnos, con las zapatillas de Javi. Éste vió el cielo abierto al cambiarse, por fin, de calzado. Pepe renqueó con su rodilla como pudo hasta el coche. Nos cambiamos, arrancamos y tiramos hacia Jerez sin más dilación.
Era buena hora para parar a comer con tiempo. Dimos vueltas por todo el pueblo a riesgo de quedarnos encallados en algún giro de las estrechas calles pero no tuvimos éxito, no había un solo restaurante. Pasamos al siguiente pueblo. Antes de llegar a Guadix, al lado de una rotonda encotramos un sitio que era restaurante y salones de banquetes que no tenía mala pinta. Allí dimos cuenta de un buen menú rodeados de endomingadas familias y atendidos por un muy amable y fino camarero que tenía razón cuando ante las preguntas de Juan Luís nos aseguró que íbamos a comer bien, muy bien.
Tras la comida homenaje Javi y Pepe tomaron rumbo de vuelta a Valencia mientras que Juan Luís se dirigió de nuevo hacia el sur, a través de Sierra Nevada para hacer noche en un hotelito rural para al día siguiente ir a un pueblo de Almería por motivos de trabajo.
Como siempre lo habíamos pasado bien disfrutando de la naturaleza y de la montaña, pero nos sigue quedando pendiente el reto de La Alcazaba. Otra vez será.